martes, 29 de diciembre de 2009

Los tres fantasmas

Días atrás tuve la oportunidad de ver "Los fantasmas de Scrooge", la pelicula basada en el cuento de Charles Dickens. la primer pregunta que me surgió fue si ¿era para chicos?, más que nada por los comentarios de los más chicquitos que tenían alrededor y no paraban de asustarse. Encima bajo el formato de 3D, aun era más oscura. Luego se presentaron algunas preguntas inevitables al final de la pregunta. Por eso me pareció acertado el comentario de Quintín este domingo en Perfil. El cual quiero compartir.

Los tres fantasmas

En 1843 Charles Dickens publicó A Christmas Carol, su Canción de Navidad, también traducida a veces como Cuento de Navidad. Desde entonces, en un caso de notable influencia de la literatura en la vida práctica, la Navidad adquirió el carácter de una festividad más espiritual que religiosa, consagrada a recordar que la paz y el amor por los semejantes son posibles, al menos una vez por año. Esto es así, sobre todo en los países anglosajones, mientras que el resto del mundo aprendió que la Navidad es más (y menos) que la fiesta de cumpleaños de un dios gracias al cine de Hollywood y sus historias en las cuales esa fecha es el centro de acontecimientos mágicos y conmovedores.
El cuento de Dickens es genial por muchas razones, pero uno de los rasgos más originales del relato es el descubrimiento de que el pasado y el presente son tan misteriosos –y también tan siniestros– como el futuro. Recordemos brevemente la trama. En la noche de Navidad, el avaro Scrooge recibe la visita de tres fantasmas. El primero le muestra navidades pasadas, cuando él no era aún el ser detestable y mezquino en el que se fue convirtiendo. El segundo le hace ver, como quien prenuncia que el infierno son los otros, lo bien que la están pasando los demás en compañía de sus seres queridos, mientras, él está a solas con su resentimiento. El último le anticipa una muerte sórdida en medio del desprecio unánime. En el último capítulo –el menos creíble, pero necesario para que el lector no muera de tristeza–, todo resulta un sueño y Scrooge decide reformarse. Lo que hace el cuento tan angustiante, lo que hace tan temible el futuro, no es que vamos a morir (Dickens se encarga de subrayarlo introduciendo en el relato la muerte pacífica de un chico enfermo) sino que el modo en que lo hagamos será un corolario de nuestra vida y que es tan horrible contemplarnos en el espejo de la anticipación como en el de nuestra olvidada historia y en el de la mirada de nuestros contemporáneos. Los tres fantasmas de Dickens son sólo uno, el de nuestra conciencia que intuye lo que no quiere saber, especialmente que todo pudo haber sido diferente, pero ya es demasiado tarde.
El último cuento de Navidad del que tuve noticia transcurre en Nazaret y es una película: El tiempo que queda de Elia Suleiman, que se exhibió en el Festival de Mar del Plata. Esta especie de saga familiar de un palestino de origen cristiano tiene más de un punto en común con A Christmas Carol aunque hay en ella un elemento completamente ajeno a Dickens, que es la Historia y su efecto sobre las biografías individuales. Pero también aquí los fantasmas del pasado y del presente construyen un futuro tenebroso. Lo que Suleiman ve en su infancia –a pesar de la activa militancia de su padre contra los ocupantes israelíes– es una convivencia posible entre adversarios que se desvanece a medida que envejece el extraordinario personaje de la tía, una antiheroína conservadora, pacata y golosa, que ocupa lentamente el centro del relato como testimonio casi impensable de una humanidad plena. Al mundo arcaico que la vieja representa, Suleiman le contrapone su variante moderna, representada por una escena de absurda cursilería frente a un arbolito luminoso, en la que una mujer chino-americana canta en karaoke un tema de Céline Dion. Es como si una dificultosa forma de relación entre los seres humanos hubiera dado lugar a un simulacro globalizado cuya contrapartida es el muro, la opresión a los palestinos y el odio sin remedio. La visión de Suleiman no satisface ni a los ocupantes de su tierra ni a quienes exigen su expulsión incondicional. Pero desde lejos, su Navidad puede ser tan emotiva como la de Dickens y, de paso, nos remite a nuestros propios fantasmas, a la pregunta sobre si lo que hicimos hasta aquí no nos llevó demasiado lejos en el camino hacia una discordia irreparable.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Valor y precio de la inocencia

Versiones que pretenden tener el mayor rigor histórico consideran que el origen del Día de los Inocentes es precisamente un chiste de humor negro. Según documentos, lo habría instituido el cínico rey Herodes Agripa II –nieto del bíblico infanticida– varias décadas después del nacimiento de Jesús; y lo habría hecho en homenaje a las hazañas de su abuelo. Así, un 28 de diciembre, el rey organizó para celebrar su trigésimo cumpleaños una fiesta fastuosa y multitudinaria en la que no faltaron sus ministros en pleno e incluso dignatarios extranjeros y algunos ocasionales adversarios. Todo terminó en una broma siniestra y colosal, cuando el último día de la larga bacanal, con los visitantes borrachos y regalados, Herodes Agripa II impartió cédulas con órdenes de captura, juicios sumarios, condenas capitales, multas onerosas y castigos varios para todos sus ingenuos invitados que, humillados y ofendidos, no pudieron huir de la ciudad gracias a la eficiencia de la guardia real.

El hallazgo, entre papeles de la época pertenecientes a funcionarios que habrían asistido a la fiesta, de esquelas que ostentan la palabra “Inocente”, hace suponer que de ahí proviene tanto la fecha como el nombre y el carácter de la celebración. Suena ingenioso y coherente con el tipo de festejo que ha perdurado en su recordación. Sin embargo, me gusta más la macabra historia ejemplar que está en el origen (?) de todo.

Por lo que sé –que sé poco–, en la Biblia hay tres matanzas de Inocentes, debida y perversamente programadas: dos van de algún modo encadenadas y tienen que ver con la historia de Moisés en Egipto; la tercera es la de Herodes.

Cabe recordar que según el consabido Pentateuco, si Moisés fue entregado en una cesta a las aguas del Nilo era para salvarlo de la matanza de niños judíos ordenada por un faraón “preocupado” por el crecimiento de la población esclava. Su contrapartida es la siniestra mortandad que años después –y en una noche– desencadena el Dios de Moisés como último recurso para doblegar la voluntad del faraón (el mismo u otro) que se niega, pese a avisos, plagas y calamidades, a liberar al pueblo de Israel de su cautiverio y dejarlo partir.

Pero la matanza que –famosamente– recordamos hoy con chistes tontos es el sangriento exabrupto de Herodes el Grande, celoso y temeroso de la profecía de que ha de nacer alguien, un Rey de los Judíos que, supone, lo sustituirá.

En el primer caso, la historia de Moisés, la demostración de fuerza homicida y selectiva de Jehová o Yahvé, al menos en el Libro, no merece reparos: el obstinado Ramsés –el mejor momento del hierático Yul Brinner en Los Diez Mandamientos: único auténtico milagro de Dios, su actuación– de algún modo se la buscó. No sabía quién era el Jefe detrás de Moisés, con Quién se las veía. El Dios del Antiguo Testamento no admite competencias ni ambigüedades, el monoteísmo del pueblo elegido con sangre entra. Así, el obediente Angel de la Muerte llega por la noche y va matando, segura y económicamente, casa por casa, palacio por palacio, a todos los niños. Sólo perdona las casas marcadas, las elegidas casas marcadas. La inocencia asesinada (incluso en casa) es el precio que paga la soberbia.

En el segundo caso, arranque del Evangelio de Mateo, el que mata por costumbre y a lo pavote es un político ofuscado, paranoico, enfermo de Poder, que no sabe Quién viene y por si acaso... Sin los recursos de Moisés y su Aliado infalible, Herodes moja en sangre sus propias manos, asume el crimen indiscriminado para matar a Uno, que –además– se le escapa. Si el Angel de la Muerte obraba con certeza y precisión, cumplía al pie de la sangre las cláusulas del chantaje celestial, lo esbirros de Herodes –incluidos los estúpidos lectores oficiales de la Profecía– son torpes chapuceros que cumplen mal las órdenes sin sentido de un rey equivocado. El mismo Dios sabelotodo que hizo pintar las puertas para orientar al Angel les hace avisar al carpintero y su mujer adolescente que ha habido un soplo –esos ingenuos Reyes Magos– y que un tonto entendió mal y puede arruinar el Plan de la Salvación, así que escapen a lomo de burro. A Egipto, claro: es el lugar del que se va y viene en la Biblia.

A todo esto, históricamente o no, los chicos muertos –judíos, egipcios y judíos otra vez–, muertos están. Son inocentes, inocentes condenados a pena de muerte por Culpables y culpables –mayúsculos y minúsculos–, soberbios y celosos. La fiesta religiosa católica que los recuerda hoy elige –según dicen– sólo la cosecha criminal de Herodes, los pequeños coetáneos belenenses de Jesús, con los que seguramente no pudo ir a la escuela.

Como corolario de los tradicionales, equívocos chistes de hoy, en los que se hace creer a alguien algo no sucedido, inventado, que lo ilusiona o atemoriza, es habitual compensar al damnificado con una expresión que no es de burla, como suele creerse, sino de módico, acaso irónico deseo y consuelo: “Que la inocencia te valga”. Como cualquier otra frase estereotipada, las sutilezas de sentido se han perdido, el uso del verbo “valer-se”, sobre todo; y la idea misma de “inocencia”. Y es muy rica la expresión. Una paradoja, en realidad: “Que tu vulnerabilidad te defienda” –¿es eso?– o “Que la fe te salve”. ¿Es lo mismo?

Porque valerse es bastarse, saber defenderse, en última instancia servir para: “ser valiente” –el que se vale por sí mismo–, “valer la pena” o “desvalido” son expresiones ejemplares. Y en cuanto a la maltratada inocencia, en una primera acepción con alto matiz temporal, tiene el tipo de mala prensa moderna que acompaña, por ejemplo, a la idea de virginidad en cualquiera de sus formas, del sexo a la política: no es nunca un valor sino una carencia, el resultado de un error de apreciación, una condición primitiva inicial que ha de perderse (saludablemente) para poder vivir en términos más genuinos el intercambio con el mundo. Inocente es, en ese caso, lo contrario de realista.

Por otra parte, el inocente es el que no conoce el mal (en los otros, en sí mismo) y desconoce la culpa; así es lo contrario del pecador. Finalmente, llamamos/decretamos inocente al que no ha cometido un delito, al que no es culpable.

¿Cuál de estas formas de inocencia nos valen? A mí me gusta pensar que el inocente del refrán es –según la irónica mirada negativa– mero objeto de engaño; pero, en sentido positivo, es el que cree. La sabiduría y la gracia de creer es el secreto y el poder de la inocencia. Lo que te salva, digo. En todos los terrenos.

Por eso esta noche voy a ver una vez más Harvey, la de James Stewart, el que vive dentro de una broma de inocentes de la que –a la inversa de Joyce con la Historia– no se quiere ni piensa despertar.

Que la inocencia les valga.

Por Juan Sasturain para Página 12

sábado, 26 de diciembre de 2009

L´Osservatore Romano se refirió a las virtudes de los Simpson



Era el único reconocimiento que le faltaba a Los Simpson en su temporada número 20 y es el que menos esperaba Matt Groening. Nada menos que L´Osservatore Romano , el periódico vaticano, fue el que celebró su vocación filosófica y su postura irreverente y mordaz acerca de la religión organizada.

Sin Homero Simpson y sus vecinos amarillos -dice la publicación en un artículo titulado "Las virtudes de Aristóteles y la dona de Homero"- buena parte del planeta no sabría cómo reírse. También felicitó al programa animado, el más longevo de la TV de su país, por la posibilidad de acercar los dibujitos a una audiencia adulta.

El show se apoya en un "guión realista e inteligente", se dice allí, aunque L´Osservatore... expresa también sus reparos ante "el lenguaje vulgar y la violencia de ciertos episodios y algunas decisiones extremistas de los autores".

La religión aparece tan frecuentemente en Los Simpson , desde los sermones soporíferos del reverendo Lovejoy hasta las charlas cara a cara de Homero con Dios, que sería posible recabar una "teología simpsoniana". La confusión e ignorancia religiosa del patriarca del programa son un acabado reflejo de "la indiferencia y también la necesidad que siente el hombre moderno frente a la espiritualidad", según sostiene el diario italiano.

Diálogo con Dios

Entre los momentos más memorables de la serie, L´Osservatore... recuerda aquel grito desesperado de Homero, que pide al cielo: "No soy un hombre religioso, pero si estás allí arriba, ¡sálvame Superman!", cuando reflexiona sobre que el personaje encuentra en Dios su último refugio. "Aunque a veces se equivoca al nombrarlo, son sólo pequeños detalles: ellos se conocen muy bien."

La serie culminará su temporada número veinte con una gran campaña promocional en Fox, que teñirá su pantalla de amarillo (al menos en los Estados Unidos) para celebrar su permanencia en la cultura popular de todo el mundo. Este último fenómeno será el tema de un documental de una hora dirigido por Morgan Spurlock (aquel de Super Size Me ) con testimonios de los muchos artistas y pensadores en los que ha influido a lo largo de los años.

La Nación

martes, 22 de diciembre de 2009

Cuadros...

Lecturas de verano

Acabo de ver un afiche en la calle de una de las editoriales más grandes del mercado que dice “Elegí qué libro vas a leer en este verano”, y debajo una serie de títulos recomendados, en su mayoría de autoayuda, divulgación histórica y un nuevo (o no tan nuevo) género que aceita los mecanismos de las cajas registradoras de la industria editorial: el de los mediáticos que descubren que publicando un libro con reflexiones pueriles, panfletos incendiarios e indignaciones varias por el estado de las cosas recibirán un abultado cheque con sus liquidaciones de derechos de autor, una vez cada seis meses. Un amigo escritor con el que camino también ve el cartel y sugiere otra frase, de una ambigüedad más adecuada: “Elegí con qué libro te vas a castigar este verano”. Después llego a la redacción, abro los mails y encuentro un mensaje similar, de otro de los sellos transnacionales que más facturan en nuestro país. La frase no varía demasiado (“Los mejores libros para este verano”) pero el contenido tampoco: mucha ficción pasteurizada, mucho premio literario, mucha intrascendencia.

El metamensaje es claro: se supone que la gente no quiere complicarse la vida en el verano, por lo que pasa de leer cosas engorrosas, pesadas, repletas de datos (y aquí no se entiende por qué las editoriales recomiendan entonces libros de investigación periodística o ensayos políticos), como si dejaran por diez o quince días los cerebros en remojo en la mesa de luz, mientras parten raudos y orondos en plan vacacional libre de materia gris. Lo más interesante del asunto es que de esta manera aflora una paradoja inevitable: si durante el año la gente no lee libros porque no tiene tiempo, y es por eso que, para desenchufarse, enchufa de lunes a viernes la televisión (y los fines de semana son para descansar), y si durante las vacaciones elige algún título liviano, más para equilibrar dentro del bolso el peso del mate, las cartas de truco y la esterilla que por un interés genuino, ¿cuándo lee? Buena pregunta.

Lo cierto es que no se sabe cuándo lee la mayoría de la gente (tiendo a pensar que cuando puede) pero sí cuándo compra libros, y eso es a fin de año, para las fiestas. Y ésa es la explicación para las campañas de promoción de verano de las editoriales. Pero listas y eslóganes como “los mejores libros para leer en la playa” son simplificaciones cuando no extrañas, por lo menos, graciosas. Suponiendo que la mayoría de las personas decidan sufrir sus vacaciones en la playa (lo que no es seguro) y que discurran su tiempo libre pasando las páginas de un libro, no es lo mismo lo que vaya a leer la portera de mi edificio, que mi tío abogado o mi compañero del fútbol de los jueves.

¿Entonces, qué nos queda? No las sugerencias de las editoriales (actores interesados en el asunto), sino las de las personas cuyos gustos podemos respetar. Pregunten por ahí. Yo, por mi parte, entre las estrictas novedades recomendaría Patriotas. Héroes y hechos penosos de la política argentina, de Juan José Becerra, o la reedición de La vuelta al día en 80 mundos de Julio Cortázar, o los Cuentos completos de Juan Carlos Onetti, o los Malos tragos de Anthony Bourdain. Al fin y al cabo, la diferencia entre comprar o regalar un buen libro o la misma bazofia de siempre es la de pasar apenas unos segundos más frente a los estantes de nuestra librería amiga.

Por Maximiliano Tomas, para diario Perfil

lunes, 21 de diciembre de 2009

Muy buenas noticias

El biólogo Michael Tomasello, del Instituto Max Planck, sostiene que "los niños son altruistas por naturaleza". Son sociables y cooperativos. Cuando tienen 18 meses y ven a un adulto con las manos llenas y necesitando asistencia para abrir una puerta, o recoger algo del piso, ayudan de inmediato. Son comportamientos tempranos previos a la educación de los padres. Ella debería tratar de reforzarlos.

Eso explica la gran fuerza actual del voluntariado. Las ONG solidarias encabezan las encuestas de credibilidad en el mundo. Organizaciones como Acción Internacional contra el hambre, Amnesty International, Oxfam, Médicos sin Fronteras, Greenpeace y otras gozan de un bien ganado prestigio en una humanidad que teniendo capacidades inéditas de producir alimentos, tiene actualmente 1020 millones de personas con hambre, uno de cada seis habitantes.

En América latina y en la Argentina organizaciones como Cáritas, la AMIA, la Red Solidaria y otras han rescatado muchas vidas, y pueden ser un aliado formidable de las políticas públicas, que son las principales responsables en una democracia de encabezar la acción contra la pobreza, que hoy compromete la vida de uno de cada tres latinoamericanos.

Se acaba de crear la Red Iberoamericana de Voluntariado Universitario contra la Exclusión Social. En su marco, se ha fundado en la prestigiosa Universidad Autónoma de Madrid la primera escuela de la región para formar a formadores y movilizadores de voluntariado universitario.

Como los seres humanos tienen tendencias naturales a la solidaridad, puede entenderse que en el último siglo sus héroes no han sido generales victoriosos. Este es el caso de Albert Schweitzer, luchador contra la lepra en Africa; Jonas Salk, que donó su vacuna a la humanidad, o la Madre Teresa de Calcuta, trabajadora por los más pobres del mundo en Calcuta.

Apoyar con leyes y presupuestos el trabajo voluntario e incluirlo en la educación es apostar a esta solidaridad innata y que fue anunciada como el signo principal de humanidad por las grandes tradiciones espirituales del género humano.

Por Bernardo Kliksberg, para Hacer Comunidad.
El autor es director del Fondo España-PNUD Hacia un desarrollo incluyente

viernes, 18 de diciembre de 2009

Un mate y un amor...'

El mate no es una bebida. Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca. Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga sed. Es más bien una costumbre, como rascarse.
El mate es exactamente lo contrario que la televisión: te hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo. Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es 'hola' y la segunda: '¿unos mates?'.
Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres. Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros. Pasa entre los viejos de un geriátrico y entre los adolescentes mientras estudian o se drogan.
Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara. Peronistas y radicales ceban mate sin preguntar. En verano y en invierno. Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos; los buenos y los malos.
Cuando tenés un hijo, le empezás a dar mate cuando te pide. Se lo das tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten grandes. Sentís un orgullo enorme cuando un esquenuncito de tu sangre empieza a chupar mate. Se te sale el corazón del cuerpo. Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo, dulce, muy caliente, tereré, con cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito de limón.
Cuando conocés a alguien por primera vez, te tomás unos mates. La gente pregunta, cuando no hay confianza: '¿Dulce o amargo?'. El otro responde: 'Como tomes vos'.
Los teclados de Argentina tienen las letras llenas de yerba. La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre. Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie.
Éste es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular. Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres. Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates, solos.
No es casualidad. No es porque sí. El día que un chico pone la pava al fuego y toma su primer mate sin que haya nadie en casa, en ese minuto, es que ha descubierto que tiene alma.
El sencillo mate es nada más y nada menos que una demostración de valores... Es la solidaridad de bancar esos mates lavados porque la charla es buena. Es querible la compañía. Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablas mientras el otro toma y es la sinceridad para decir: ¡Basta, cambia la yerba!'.
Es el compañerismo hecho momento.
Es la sensibilidad al agua hirviendo. Es el cariño para preguntar, estúpidamente, '¿está caliente, no?'. Es la modestia de quien ceba el mejor mate. Es la generosidad de dar hasta el final. Es la hospitalidad de la invitación. Es la justicia de uno por uno. Es la obligación de decir 'gracias', al menos una vez al día. Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones que compartir.

Por Lalo Mir

Señor tontonero Stornelli



La inepsia alcanza cotas tremebundas. Un señor Stornelli, que dice que es el jefe de la seguridad de la provincia de Buenos Aires, patrón de su famosa policía, presenta una denuncia en un juzgado diciendo que sospecha que integrantes de su policía reclutaron personas –menores y mayores, dijo– para matar a tres mujeres en el Gran Buenos Aires unos días atrás –y no se produce uno de esos brutos escándalos a los que la patria es tan aficionada.

A ver, de nuevo: el responsable político de la policía bonaerense dice que cree que sus subordinados hacen matar mujeres en las calles –y seguimos hablando de la lluvia. Peor: dice que lo hacen para vengarse de su gobierno porque les cortó un “negocio espurio” –y discutimos marcas de paraguas. Incluso: dice que lo hacen para producir reacciones populares contra su gobierno en alianza con sectores políticos de la oposición que no nombra ni define –y empezamos a charlar de pilotines. La noticia salió en algunos diarios este miércoles, en otros este jueves –y casi ninguno lo convirtió en título principal. Los medios, digo, lo cuentan con cierta displicencia; los ciudadanos no se exaltan como suelen exaltarse en estos tiempos. Y, sin embargo, otra vez: el jefe de los policías dice que sus policías hacen matar gente.

Y ni siquiera dice quién, ni siquiera dice cómo, ni siquiera nos cuenta que tiene policías más o menos confiables que investigaron a esos asesinos y que ha decidido proceder contra ellos –porque, en definitiva, él es su jefe. No, va a ver a un juez y le hace una denuncia, como si no tuviera los medios –y la obligación– de llevar adelante las gestiones necesarias para averiguar si eso que sospecha es cierto.

(Dejemos de lado el hecho –casi gracioso si no fuera patético– de que este señor Stornelli es, curiosamente, el mismo señor que, unos meses atrás, execró a un juez de La Plata, Luis Arias, porque dijo que su policía hacía lo que él mismo, ahora, dice que hace. Pero no es extraño: este señor Stornelli es, curiosamente, el mismo señor que en cuanto apareció –volcada– la familia Pomar dijo que la investigación había sido buena porque al fin los habían encontrado –y que ahora dice que tuvo errores garrafales.)

–¡Señor tontonero Stornelli, renuncie!

Pero nada de eso es significativo frente a la magnitud de lo que dice ahora: que la policía bonaerense mata o hace matar gente; que la policía bonaerense mata o hace matar gente para vengarse del poder político que le cortó un negocio; que la policía bonaerense mata o hace matar gente para vengarse del poder político que le cortó un negocio y que su venganza consiste en armarle puebladas al poder político en alianza con “la oposición”; que la policía bonaerense mata o hace matar gente para vengarse del poder político que le cortó un negocio y que su venganza consiste en armarle puebladas al poder político en alianza con “la oposición” y que él, su responsable, no puede hacer más que ir a denunciarlo a un juzgado.

–¡Señor tontonero Stornelli, renuncie!

Incluso su denuncia es curiosa. Para empezar, sólo cita “fuentes anónimas”, como si no pudiera saber con quién habla cuando habla o no tuviera los turlupines necesarios para hacerse cargo de lo que dice. Y el hecho de que su policía haga negocios sucios no parece molestarlo o sorprenderlo mucho; lo que lo lleva al juzgado es que –para defender esos negocios– mate o haga matar y, sobre todo, que lo haga para moverle el piso a su gobierno. A nadie le gusta que le muevan el piso sus subordinados, y el señor Stornelli decididó mostrarles su firmeza y valentía: fue a quejarse.

–¡Señor tontonero Stornelli, renuncie!

El asunto es una sucesión de despropósitos pero, en cualquier caso, lo que más me sorprende es que el público no reacciona en consecuencia. El pueblo porteño y granporteño, que se la pasa refunfuñando por la famosa inseguridad, que no suele recibir información tan extraordinaria como ésta, no reacciona. Me pregunto si será que ya están tan curtidos que lo que dice este señor Stornelli no les parece grave. No es probable; quizá por alguna razón –inimaginable, misteriosa, inverosímil– no creen en lo que dice este señor, no le creen: quizás imaginan que lo dice para desviar la atención de su propia inepsia en el caso Pomar y en los asesinatos recientes, quizás imaginan que lo dice para exculpar al gobierno poniéndolo en posición de víctima de estas sucias maniobras, quizás imaginan que lo dice para cobrarse alguna cuenta interna, quizás que lo dice para salvar su trascartón, quizá porque se fue de mambo con el vasco viejo; vaya a saber qué se imaginan pero, en cualquier caso, no le dan ni cinco. Lo cual podría dar hasta un poquito de pena por este señor: debe ser feo decir cosas tan brutas y que todos te miren así como si bué.

Puede que tengan razón. A mí se me complica. Lo que dice este señor Stornelli es extraordinario y, a menos que se me escape –una vez más– algo muy decisivo, me parece que merece una acción urgentísima: si el jefe de la seguridad dice que su policía anda matando gente no tiene que pasar ni media hora hasta que el poder político intervenga la fuerza, la investigue a fondo, la normalice de algún modo. Y que él, este señor, se quedó sin opciones: si es verdad que gente de su policía mata para presionar a su gobierno, su fracaso como responsable de esa institución es tan tremendo que tiene que irse anteanoche. Y si es mentira que gente de su policía mata para presionar a su gobierno y él lo dijo para obtener ventajitas políticas, no tiene que irse: debe de suicidarse con una ballenita ajada. Como diría el gran maestro zenzen:

–¡Señor tontonero Stornelli, renuncie, renuncie!

Y deje de desparramar su inepsia inmarcesible sobre el mundo, que ya tenemos toda la que necesitamos y una pizca más.

Por Matín Caparros, para Critica de la Argentina.

martes, 15 de diciembre de 2009

Esnobismo: una pasión inconfesable

El esnobismo, como la condición mafiosa, está inscrito en el genoma de los hombres, corre por nuestras venas como la necesidad de ensoñación. Sin embargo, muy pocos se atreven a reconocer que son militantes de esa causa, que a ella sacrifican tranquilidad, placeres, sentimientos, dinero y tiempo, sobre todo tiempo. Los que se callan saben que, de abrir la boca, se los acusaría de frívolos, estúpidos, pretenciosos, cursis (ésa sería la afrenta irredimible). Sin embargo, una buen parte de nuestras costumbres, de los objetos, la ropa, los muebles que nos rodean y muchas de las creaciones más perdurables del arte y la literatura, en particular desde el siglo XIX hasta hoy, se impusieron por el esfuerzo de esos hombres y mujeres dispuestos a todo para distinguirse de los demás, impulsados por la necesidad de integrar una elite. Nada los arredra, ni el ridículo ni el aburrimiento. Sólo temen ser como todo el mundo, quedarse atrás, confundirse con la masa y no poder ingresar en el santuario de los elegidos, el de los nobles por la sangre y el espíritu. Para ellos, no hay nada más terrible que no estar al tanto de la última tendencia, del último movimiento artístico o intelectual. Siempre deben colocarse un paso más allá que el resto, aunque extravíen el camino y corran el riesgo de equivocarse. Jamás admitirán que una innovación, por abstrusa y absurda que parezca, supera lo que pueden entender. Ellos todo lo comprenden, sobre todo si es incomprensible. No importa cuanto tengan que fingir. A menudo, ciegos, sordos y desprovistos de razón, sólo pueden confiar en el lazarillo que los guía, el heraldo de la novedad, al que se entregan por una convicción en apariencia sin fundamento. Sin embargo, las cosas no son tan simples. A veces, los protege un instinto especial. Pueden cometer errores, seguir por un camino sin salida, pero con frecuencia aciertan. Algo les dice que eso que están mirando o escuchando tiene valor. A ellos les corresponde el mérito del descubrimiento, pero también las penurias, el sopor y los peligros de los pioneros. Algunos mueren sin haber llegado a la tierra prometida, devotos de un espejismo. Nunca tienen la convicción de "pertenecer".
Frédéric Rouvillois en Historia del esnobismo (que en estos días llega a las librerías editado por Claridad) define con precisión su objeto de estudio:
El esnobismo no es simplemente la actitud que consiste en querer parecerse, por su nombre o su apariencia, sus gustos, sus opiniones o sus comportamientos, a los miembros de un grupo que se juzga superior. Es también, subsidiariamente, el hecho de permitirse despreciar a todos aquellos que no pertenecen al clan y que, por lo tanto, se pueden considerar gente común, retrasados, inferiores.
Antes de que la palabra esnob ( snob ) se difundiera en el siglo XIX, la conducta calificada de tal existía a la manera de una pasión que no osa decir su nombre. Los esnobs existieron en todas las épocas. Se los encuentra, por ejemplo, en la literatura clásica, en el Satiricón de Petronio. Pero también mucho antes y mucho después. ¿Acaso Monsieur Jourdain, el protagonista de El burgués gentilhombre , y las afectadas mujeres de Las preciosas ridículas , de Molière, en pleno siglo XVII, no estaban aquejados de esa ingrata, insalubre aspiración hacia todo lo alto e incomprensible? La etimología de snob se ha prestado a muchos debates. La versión más difundida, según Rouvillois, la hace remontar a la abreviación del latín sine nobilitas (sin nobleza), aplicada a los alumnos de los grandes colegios británicos que no formaban parte de la aristocracia. Figurar como sine nobilitas en un registro, al lado de duques, condes y marqueses (tan luego en Inglaterra, la tierra donde se humilla socialmente con más ahínco) debía de ser una marca de escarnio que impulsaría a cualquier sacrificio con tal de que ese hecho bochornoso no se notara. La mímesis, aunque imperfecta y angustiosa, era la única salida. William M. Thackeray popularizó el término en una serie de artículos, reunidos más tarde en Historia de los esnobs de Inglaterra , por el título de uno de ellos (1848), obra que terminaría por titularse El libro de los esnobs . Ocurrió lo que siempre pasa cuando alguien pone un nombre a algo, imaginario o real, que no lo tenía: uno comprende que está rodeado de esa entidad, inmerso en ella, más aún, que la cobija en la intimidad de la conciencia. Así todo el mundo descubrió que era esnob, aun los que lo negaban en público y acusaban de esa perversión vergonzosa a los demás, aun los que ni siquiera se atrevían a confesarse esa frivolidad en sus cuartos de puritanos.
Rouvillois divide las aguas. Hay dos tipos de esnobismo: el mundano, que consiste en querer asimilarse a la alta sociedad, el gran mundo, la café society o el jet set , según las épocas; y el intelectual o de la moda, el de quien busca estar siempre en la vanguardia, al tanto de la última tendencia. Por supuesto, las dos clases se superponen con frecuencia, por una simple razón: el alma esnob no tolera ser excluida de un círculo cerrado, sea el que fuere, pero una vez que se le abrieron las puertas de ese paraíso reservado para pocos, los happy few , adora cerrárselas en las narices al resto de la humanidad.


Fuente: ADN Cultura

La vida y el box




Fuente: Clarin

viernes, 11 de diciembre de 2009

Dosis de Mafalda

El clima enfrenta a naciones ricas contra pobres

Las 192 naciones que se encuentran en Copenhague tienen que resolver la manera en que van a repartir los costos para frenar el calentamiento global. Ricos contra pobres, y un reto que debe ser resulto antes de que todos salgan perdiendo.


Las naciones en desarrollo que enfrentan enormes retos climáticos exigieron que los países ricos compartan más los costos, según un documento filtrado durante la Cumbre Climática de la ONU de Copenhague, mientras surgen nuevas evidencias de que el planeta se está calentando.

Los negociadores trabajaban para limar las diferencias entre naciones ricas y pobres sobre la forma de compartir la carga para combatir el cambio climático. El principal enviado estadounidense en la materia, Todd Stern, subrayó los esfuerzos del gobierno del presidente Barack Obama para reducir las emisiones de gases invernadero.

"No nos hacemos la ilusión de que esto será fácil", dijo Stern. "Pero creo que debe haber un acuerdo si queremos hacer esto bien".

El sudanés Lumumba Di-Aping, jefe del bloque de 135 países en desarrollo, dijo que los 10.000 millones de dólares anuales propuestos para ayudar a que las naciones pobres enfrenten el cambio climático palidecen en comparación con más de un billón de dólares erogados ya para rescatar a las instituciones financieras.

"Si éste es el mayor riesgo que enfrenta la humanidad, ¿cómo explican entonces los 10.000 millones?", preguntó. "Esos 10.000 millones no servirían siquiera para comprar ataúdes suficientes para los ciudadanos de los países en desarrollo".

En tanto, Estados Unidos delineó por primera vez una doble vía para reducir las emisiones de gases invernadero, la cual involucraría tanto al gobierno de Obama como al Congreso.

La administradora de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés), Lisa Jackson, habló durante la Cumbre y dijo que la decisión de su dependencia para regular los gases que atrapan el calor en la atmósfera es complementaria de una legislación federal, no un intento de suplantar el trabajo del Congreso.

"Este no es un momento de decidir entre las dos opciones, sino de incluir ambas", dijo Jackson ante más de 100 personas que llenaron una sala de juntas de la delegación estadounidense dentro del centro de conferencias.

El lunes, la EPA dio a Obama una nueva forma de recortar las emisiones de gases que contribuyen con el efecto de invernadero, al determinar que las evidencias científicas mostraban claramente que el cambio climático amenazaba la salud de los estadounidenses.

Ello significa que la EPA podría regular esos gases aún sin esperar la aprobación del Congreso federal.

La decisión de la EPA fue elogiada por otras naciones en Copenhague, que han instado a Washington a redoblar sus esfuerzos para reducir las emisiones.

El pleno del Senado estadounidense no ha analizado la legislación aprobada por la comisión ambiental de esa cámara, que contempla una reducción de 20% en los gases invernadero para 2020, meta que fue reducida a 17% en la Cámara de Representantes, tras la oposición de los demócratas provenientes de estados carboníferos.

Obama se unirá a más de 100 líderes nacionales en Copenhague, durante los últimos días de negociaciones de la Cumbre, previstos para finales de la próxima semana.

Algunas de las naciones más pobres en el encuentro temen que una buena parte de la carga para reducir las emisiones de gases invernadero sea puesta sobre sus espaldas.

Buscan miles de millones de dólares en ayuda de los países más ricos para lidiar con el cambio climático, que derrite los glaciares aumentando el nivel del mar en todo el mundo, provoca sequía en amplias regiones y amenaza la producción de alimentos.

Diplomáticos de los países en desarrollo y ambientalistas se quejaron de que los anfitriones daneses impidieron las negociaciones sobre un borrador de propuesta, la cual permitiría que los países ricos redujeran menos sus emisiones y que las naciones pobres enfrenten límites más severos sobre los gases invernadero y más condiciones para recibir los fondos.


Fuente: www.observadorglobal.com

jueves, 10 de diciembre de 2009

La palabra perro no muerde

Se dijo que la familia Pomar había escapado a un país limítrofe. El motivo: le debían plata a mucha gente. Una variante de la misma hipótesis: se fueron porque los acreedores eran personas muy poderosas y sus vidas corrían peligro. Si se quedaban en el país, los iban a matar.

Se dijo que podía tratarse de un conflicto familiar. En ese caso, el jefe de la familia era el eventual responsable de la desaparición de su esposa e hijas. Dijeron que tuvo tratamiento psiquiátrico. Se tiró al río con el auto, especularon.

Se dijo que Luis Fernando Pomar estaba armado.

Se lo difamó dejando entender que podía haber abusado de alguna de sus hijas y que ésa era la verdadera razón de la súbita fuga.

Se habló de una crisis en la pareja y de antecedentes de violencia intrafamiliar.

Se especuló con un ajuste de cuentas vinculado con el narcotráfico. Pomar es bioquímico, se dijo. Y aunque su padre explicó que sus conocimientos en el tema eran básicos, se habló de tráfico de efedrina.

Se dijeron muchas cosas más.

Sobre todo en la tele.

Se barajaron las hipótesis más disparatadas.

No faltaron las especulaciones sobrenaturales. Hubo notas a brujos y videntes. “Están todos bien, caminando por un trigal”, aclaró uno de los “especialistas” consultados.

Se habló hasta de la intervención de extraterrestres.

Fabio Zerpa tiene razón. “Seguro los chupó un ovni”, me dijo un taxista ofendido por los pocos datos que le pude aportar a su curiosidad. “Lo dijeron en la radio. Ya le pasó a otra gente”, remató.

Es cierto que la mayoría de estas hipótesis fue alentada por “fuentes de la policía”, pero el manejo de la información en el caso Pomar tuvo una levedad alarmante.

Quizá esto no debería sorprender a nadie. En el medio periodístico se venera una frase atribuida a Samuel “Chiche” Gelblung: “Que la verdad no te arruine una buena nota”.

Cuando el Fiat Duna de los Pomar apareció destrozado en un zanjón ubicado en una curva peligrosa de la ruta 31 y sus cuerpos esparcidos en derredor remitían al resultado de un accidente automovilístico, todos replegaron sus argumentos sin el menor acto de arrepentimiento.

La prensa fue, entonces, a por los investigadores y los funcionarios bonaerenses. La ineficacia de la policía es evidente: no revisaron una parte del trayecto que los Pomar hacían habitualmente en sus viajes a Pergamino. Y los funcionarios no resolvieron los pedidos de señalización que los vecinos de la zona les hicieron reiteradamente. Durante el 2009 hubo cuatro accidentes graves y un saldo de once muertes. Hasta hicieron planteos por escrito al gobernador Daniel Scioli.

La responsabilidad política en el caso Pomar es innegable, pero pocos se detuvieron a analizar la mala praxis periodística. Se ha instalado en los medios una suerte de impunidad. Se puede decir cualquier cosa. Los periodistas nos debemos un debate profundo sobre la calidad de los mensajes que emitimos.

Pero esta costumbre no abarca sólo al mundo de la tele. En la misma semana en que se conoció el trágico desenlace de la familia Pomar, un analista de política internacional se alarmó ante el triunfo de Evo Morales. El sesenta por ciento de los votos, el contundente respaldo popular al presidente boliviano, fue traducido para sus oyentes como un peligro para la democracia. “Se viene un período de hegemonía y cercenamiento de libertades”, fue la conclusión.

Y el martes pasado el corresponsal del diario La Nación en Santiago de Chile –a mi gusto el medio que mejor y mayor despliegue brinda a las coberturas internacionales– se refirió al asesinato del ex presidente Eduardo Frei como el “primer magnicidio” de la historia de Chile. Como si el asesinato del presidente constitucional Salvador Allende no hubiese ocurrido. Frei, que gobernó el país trasandino entre 1964 y 1970 y, en un principio, apoyó el golpe del general Augusto Pinochet contra el gobierno de Allende. Pero cuando comprendió que el dictador pretendía eternizarse en el poder, lo enfrentó. Fue entonces cuando Pinochet, según acaba de revelar la Justicia chilena, ordenó que lo envenenaran. Para el columnista del diario porteño la muerte de un presidente socialista no tiene la misma entidad que la de un ex presidente de centroderecha.

Son cosas que se dicen. Son cosas que se escriben. No pasa nada, me dirán. Como no se cansa de explicar el gran poeta Mario Trejo: “La palabra perro no muerde, el que muerde es el perro”.


Por Reynaldo Sietecase para Critica de la Argentina

lunes, 7 de diciembre de 2009

Las razones de Copenhague

A partir de hoy, 98 jefes de estados industrializados y en vías de desarrollo se reunirán en Dinamarca. Claves para entender la importancia del debate.

¿Por qué es necesaria la Cumbre de Copenhague?

Existe un consenso general internacional acerca de la amenaza que el cambio climático representa para los seres vivos. Hace dos años los gobiernos acordaron comenzar a discutir un nuevo acuerdo global y se dieron un período de reflexión que culminará en Copenhague.

¿Por qué hay cambio climático?

Desde el origen del mundo, el clima planetario se fue modificando. Pero existe más de un 90% de probabilidades de que los seres humanos sean los principales responsables del cambio climático. La causa principal es el uso de los combustibles fósiles: carbón, petróleo y gas. Su combustión incrementa el dióxido de carbono (CO2) presente en la atmósfera, lo cual actúa como una capa que atrapa la energía solar y recalienta la superficie de la Tierra. La deforestación y otros procesos que emiten gases de invernadero también contribuyen al calentamiento. El calentamiento global produce cambios en los patrones de las lluvias, deshielo, elevamiento del nivel de los mares y cambios en la diferencia de la temperatura entre el día y la noche. Este grupo de alteraciones ha sido denominado cambio climático.

¿Por qué un nuevo acuerdo?

La Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (Unfccc) creó en 1997 el Protocolo de Kyoto. Las metas de dicho protocolo para la reducción de las emisiones sólo se aplican a un pequeño grupo de países y expiran en 2012. Por esta razón, los gobiernos quieren un tratado superador de Kyoto, que frene las emisiones de gases invernadero lo suficiente como para limitar el aumento de la temperatura promedio del mundo a 2ºC (3,6ºF) en los próximos 50 años.

¿Qué busca cada nación?

En general, tratarán de fijar nuevas metas para reducir sus emisiones de gases. El debate central pasará por la posición de los Estados Unidos y China, que son los mayores emisores de CO2 de la tierra. Habrá que ver hasta qué punto estas naciones están dispuestas a afrontar el costo económico que implica para ellas una reducción en sus emisiones. Los países en vías de desarrollo como la Argentina, por su parte, pedirán mecanismos que les ayuden a acelerar la transferencia de tecnología en áreas como las energías renovables.

¿Cuál es la perspectiva de un acuerdo?

Hay cuatro escenarios:

• Un acuerdo global sin cabos sueltos.

• Un acuerdo global, pero con muchos cabos sueltos que deberán resolverse durante los meses o años próximos.

• El aplazamiento de la COP, probablemente hasta mediados de 2010.

• Fracaso.

Fuente: www.criticadigital.com

viernes, 4 de diciembre de 2009

El tiempo es lo que vuelve

Me parece que en mis últimas notas y conferencias transmito sensaciones y sentimientos negativos sobre el presente argentino. No hago más que ofrecer públicamente mi angustia. Quizás se deba a que tengo que cumplir con el ritual semanal de entregar una nota relacionada con preocupaciones comunes a los argentinos. ¿Cómo salir de este estado de ánimo? ¿De qué otra cosa hablar? ¿No pretenderán que hable del tiempo? ¿Sí? ¿Por qué no? Bueno ahí va.
El tiempo es una de las cosas más difíciles de pensar. La historia de la Filosofía es una muestra de esta dificultad desde que la idea de tiempo se despegó de la de movimiento y sorteó la paradoja de Zenón.
El texto clásico de Martín Heidegger Ser y Tiempo responde a esta urgencia del pensamiento. La pregunta por el Ser que recorre el filósofo alemán es la historia de un olvido. La historia de Occidente desde los griegos es para Heidegger el ocultamiento de este vacío. Dice que a esta carencia no se la llena con un nombre absoluto, ni con la “causa” de las causas, ni con la referencia a una sustancia. No valen los argumentos que invocan las mayúsculas de la Metafísica. Se ha intentado ocupar el centro de los sistemas especulativos con figuras teóricas como la del sofista que afirmaba que el hombre es la medida de todas las cosas, la del Motor Inmóvil del filósofo, el ego cogito del sabio natural o la voluntad de poder del Superhombre. Son todas obturaciones del signo de interrogación de la ontología filosófica.
En el siglo XIX G.W. Hegel elabora una filosofía en la que el espíritu del mundo es temporal. El acontecer de la existencia es para el filósofo de Berlín y Viena, el camino hacia la autoconsciencia de una totalidad que será transparente a sí misma. Es la astucia de la razón la que teje la red que nos atrapa y nos convierte en peldaños de una redención especular. Todo lo real será racional y todo lo racional es real en el fin de la historia. El espejo sin velos en el que se mira la “razón” también es un fruto del tiempo.
El filósofo A. Schopenhauer dice que el tiempo es dolor. El tiempo duele. Se inspira en el budismo, pero considera que la vida occidental no encuentra consuelo en la meditación que conduce al Nirvana. De todos modos existe una solución. Es el arte.
Sostiene que el tiempo es la manifestación de la voluntad; hay tiempo porque existe la persistencia de la vida. La sexualidad es una manifestación de esta voluntad de vivir. Somos individuos de la ley de la reproducción de la especie. La astucia de la voluntad hace de cada uno de nosotros elementos de una multiplicidad innúmera. Duramos y sufrimos. Sólo el arte, para Schopenhauer, suspende el tiempo. Sigue a Kant, que hablaba del infinito, de lo sublime. Sólo nos detiene la belleza de una obra. Nos fascina. El embelesamiento del artificio hace olvidar a la muerte y a la vida. De las artes, la música, la más temporal de todas, es la que cautiva y detiene por un instante al tiempo desnudo.

Nietzsche nos habla del eterno retorno. Recuerda haber tenido una visión del mismo subido a un peñasco al borde de un lago. Comprendió que la imagen cósmica muestra que lo que siempre vuelve es lo que sucede ahora. Eternidad e instante son lo mismo.
Muchos han discutido el sentido de estas palabras. Se han escrito libros sobre el significado de los conceptos de repetición y diferencia que conciernen a las dos manifestaciones de una temporalidad que vuelve pero con rostro cambiado. Otros –inspirados por Heráclito– invocarán la imagen nietzscheana del tiempo con el niño que a orillas del mar levanta castillos de arena que la marea desmorona.
Para Nietzsche, el tiempo podrá llamarse Kronos pero, en realidad, es otra burla de Diónisos, el dios enmascarado de la tragedia.
Pero nadie ha afirmado con mayor precisión y brevedad la esencia filosófica del tiempo como el divino Rousseau. Dijo: “El tiempo es lo que vuelve”. Fue dicho sin teoría, ni doctrina, ni metafísica. No asoció su frase a una cosmovisión ni a una concepción del mundo. Enunció su pensamiento mientras cocinaba una papa.
Pensemos en las consecuencias de sus palabras si efectivamente guiaran nuestra conducta. Debido a nuestra forma de vida, el hombre ordinario, es decir nosotros, sentimos que el tiempo se nos va. Tiempo es lo que falta. No porque seamos mortales, sino porque se va por definición de sucesión. Estamos apurados. El reloj no se detiene. La ansiedad es tiempo que falta. La depresión es tiempo estancado. El aburrimiento es tiempo palpable. El trabajo, los rituales religiosos y las ceremonias lo domestican. Sentir el tiempo desespera. Sentirlo fugitivo también.
Somos seres finitos. Morimos. Nadie quiere morir. Lo humano demasiado humano es postergar el fin. Para lograrlo corremos a la manera de Edipo. A pesar de las apariencias, la meta es el foso. Es decir que corremos hacia adelante en dirección contraria. Nos metimos en el túnel oscuro por la salida y nos precipitamos hacia la entrada. Los antiguos inventaron el género llamado tragedia para ilustrar sobre la escena esta comedia de la existencia.
¿Pero qué sucedería si el hombre ordinario cambiara su concepción del tiempo por esta idea tan simple de Rousseau que aventura que el tiempo es lo que vuelve y no lo que se va? ¿Nos convertiremos en hindúes en estado de contemplación rodeados de sándalos perfumados? ¿Vestidos de naranja bailando al son de las panderetas? ¿Una nueva especie macrobiótica pupila de la esquina de las flores?
Dios nos libre y guarde. No hay peligro. Sólo cambiaremos de malestar. Padeceremos el tiempo que vuelve. La queja será distinta pero queja al fin. En lugar de decir: “No te pude contestar el llamado porque no tuve tiempo” diremos: “No te respondí porque me sobraba el tiempo y me distraje”. Tendremos tiempo de sobra. Nos disgustará que el tiempo no se vaya. Cuando nos pregunten cómo estamos, diremos: “Mal... otra vez, con tiempo”.
¿Seremos más sabios si ante esta nueva realidad detenemos la máquina mental y transitamos paso a paso por la vida en lugar de llevarnos todo por delante? ¿No es acaso evidente que tiempo es lo que siempre hay? Nadie lo sabe, quizás tengamos menos dolores musculares, pero menos libido también.
Es probable que las culturas en las que el tiempo siempre vuelve, en las que el ciclo sustituye a la flecha y no hay comienzo ni fin sino retorno, a la gente todo le pueda dar lo mismo. “Kif kif” dicen los marroquíes: da lo mismo, da igual.
La aceptación de un destino, la resignación ante lo que sucede, la fatalidad sin más que nos da lo idéntico y permanente nos hará flotar en un mar de sopa tibia. Pero esta fábula no es creída ni por quienes la propagan. Escuchemos la sentencia del estoico millonario Séneca –el hombre más rico de Roma a la vez que sabio y consejero de Nerón–: “Es cierto, hay destino, pero también hay azar. Entonces... filosofemos”.
Y hablemos del tiempo.

Por Tomas Abraham. www.tomasabraham.com.ar

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Viajes en el tiempo, inmortalidad o la vida según Ray Bradbury


Ray Bradbury pasó ayer por la Feria del Libro de Guadalajara (México) y durante esa incursión volvió a insistir en una vieja teoría (suya) que cruza toda su obra. Esa que señala que los extraterrestres no existen y que todas esas apariciones no identificadas responden a viajeros en el tiempo.
“¡Nosotros somos los marcianos! y el hombre del futuro es un viajero espacial; sólo viviremos eternamente cuando nos reguemos por el universo. Por toda la raza humana hay que volver a la Luna y luego a Marte, tenemos que hacerlo”, volvió a repetir el autor de novelas como Crónicas marcianas y Farenheit 451.
Como se sabe el género Ciencia Ficción plantea distopías, utopías perversas donde la realidad transcurre en términos opuestos a los de una sociedad ideal. En esos universos apocalípticos el autor norteamericano construye sus historias.
Pero en su paso por México, Bradbury volvió a remarcarle a una atónita platea de escuchas (la conferencia se realizó vía satélite) que el futuro es un espacio de tiempo a conquistar, pero lejos de poder hacerlo en el planeta Tierra debe hacerse en el espacio exterior: la Luna o Marte. Ésa es la calve para que la humanidad alcance “la inmortalidad”.
Durante su desarrollo el norteamericano aseguró “que el hombre debió quedarse hace 40 años en la Luna, formar ahí una base para continuar con la exploración hacia Marte y colonizarlo, para encontrar la inmortalidad de la raza humana”.
El sujeto que subió por primera vez en un avión a los 62 años, que no tiene computadora y es un crítico con el uso de la tecnología, explicó a un público compuesto principalmente por jóvenes parte de su vida, sus motivaciones para escribir y diversas anécdotas de su vida.
Bradbury, un escritor autodidacta que desarrolló una gran cultura y creatividad a través de la propia lectura, confesó que en los primeros años de su vida fue un insaciable lector, y que las bibliotecas públicas le dieron una formación tal que ninguna universidad le pudo dar.
El norteamericano aconsejó a los jóvenes ir a las bibliotecas ya que él mismo no pudo ir al instituto "porque era muy pobre" y se "pasaba tres días a la semana en las bibliotecas, durante 10 años".
Para el autor de El verano de la despedida, "las bibliotecas son esenciales para volverse un gran estudiante; las bibliotecas son gratis y las universidades son caras".
Esas bibliotecas son las que dejan de existir en ese futuro lejano (o no tanto) que edifica en Farenheit 451. La ruina y la inmovilidad social está marcada por el no acceso a los libros, por la destrucción de los mismos. Los bomberos lejos de apagar incendios, se dedican a incinerar manuscritos, textos y todo aquello que esté encuadernado.
La vida del escritos, hasta encontrar la fama, estuvo marcada por su precariedad económica. "Tenía tan poco dinero, estaba recién casado y quería escribir sin gastar dinero, fui a la UCLA (Universidad de California) y en un sótano había unas máquinas de escribir a las que tenía que ponerle 10 centavos de dólar cada media hora, y en nueve días gasté nueve dólares, con eso hice la primera versión de Fahrenheit 451", relató.
Sin embargo, el suceso más crucial en su vida, según ha confesado, fue su encuentro a los 14 años con “Míster Eléctrico”, un mago de feria que le reveló la inmortalidad.
Bradbury se considera un inmortal, sus 90 años podrían dar fe de ello. Pero sin embargo, él vive en la Tierra y la eternidad, según sus propias palabras parecería estar en el espacio exterior.

www.elargentino.com

martes, 1 de diciembre de 2009

Seis de cada diez marplatenses presentan estado de ánimo favorable



En base a un estudio desarrollado telefónicamente que ascendió a 407 casos, 46.3% asegura sentirse bien y 13.9% feliz. El principal motivo de bienestar está asociado a su grupo familiar y en menor medida a factores económicos. Curiosamente sólo 13,9% admite su malestar, angustia o tristeza.

Por el contrario a lo que se palpita en las calles, una encuesta revela que el 60,2% de los marplatenses presenta una situación de bienestar favorable, cuyas razones en todos los casos están mayoritariamente asociadas a cuestiones de índole personal.
También se observa que entre los que admiten atravesar un período emocional inestable los motivos están asociados a la esfera privada como falta de trabajo, problemas de salud y familiares.
El estudio fue elaborado por la Consultora Ayala mediante una muestra probabilística segmentada por circuito electoral con técnica de recolección telefónica, que alcanzó 407 personas que residen en Mar del Plata.
En concreto, cuando se les interrogó acerca de cómo definirían su estado de ánimo actual el 46.3% aseguró estar bien, el 13.9% feliz y otro porcentaje similar destacó que se encontraba angustiado, mal o triste. El resto arriesgó que su estado emocional se encontraba desanimado, decepcionado, con incertidumbre, expectante, preocupado, confundido, indiferente, entre otros sentimientos negativos.
El 68.1% de los que se encuentran bien exponen que esa sensación positiva está asociada a que su familia vive sin sobresaltos, el 30.4% que tiene salud, mientras que el 21.7% confiesa estar motivado por tener trabajo y 10.1% alegó cuestiones individuales.
También esos motivos se trasladan entre los que aseguraron estar directamente felices: el 81% arriesgó que ese estado está vinculado a que su círculo familiar se encuentra bien, el 23,8% adujo motivos personales, el 23,8% cuestiones de salud y el 19% que tiene trabajo. El 9.5% restante confesó que esos sentimientos están ligados a motivos religiosos.
“Que el grupo familiar sea el principal motivo de bienestar habla de dos cuestiones: por un lado la fragmentación social y el individualismo se hacen presentes, pero a la vez se visualiza que estamos en proceso de recuperar una institución (la familia) que ha venido vapuleada en el transcurso de la historia por la búsqueda de oportunidades”, sintetizó la licenciada en Sociología Eva Ayala, jefa de Proyectos de la consultora.
Curiosamente para el 13.9% de los entrevistados que confesaron su tristeza, malestar o angustia también las razones están asociadas a cuestiones anteriormente descriptas: problemas familiares (33.4%), motivos personales (28.6%), falta de trabajo (23.8%), problemas económicos (23.8%) y salud endeble (9.5%).
“Para bien o para mal, otra señal de individualismo es que si bien el trabajo como motivo de bienestar o malestar tiene implicancias sociales, en este caso está expresado por los encuestados desde un lugar personal y no desde una preocupación colectiva como podría ser ‘hay trabajo’ o ‘no hay desempleo/desocupación’”, comentó Ayala.
Hombres: de mejor humor
En el marco de la encuesta y según datos de segmentación, los hombres son los que presentan una mirada más positiva que las mujeres: el 75.4% apuesta a sentimientos positivos, mientras que un menor porcentaje del sexo femenino (60%) se ubica en ese estado. En tanto, aunque sólo el 7.3% de las mujeres se encuentra en estado regular, una aún menor incidencia se observa en el ámbito masculino, con 4.3%. Por último, el 31.7% de las encuestadas optaron por considerar su estado negativo, contra 20.3% del sexo masculino que se ubicó en esa categoría.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Los piqueteros digitales a la calle

Humanos de criadero. Serpientes trajeadas. Robots sensibles. La cultura tecno renovó monstruos. Su piratería comunica estragando a placer. ¿A qué nuevo timo lleva la cultura tecno? Primero a descerebrar. Hamlet ya sabe que lo "nosieron". Su pregunta bajó de rango. Ya convertido en periférico manual del celular su duda mayor es de cuarta.¿Atender o no atender?
La vista gorda oficial y la "letra chica" contractual lo tienen de rehén. Pero no por mucho tiempo. La resistencia crece y desnuda las trampas. Se vienen los piqueteros digitales y aprontan apagón de celulares. Lo programan por dos días contra desborde de tarifas. En USA fue de 5 días y la ganaron.
También habrá protestas en plazas argentinas este martes por un Oscuro manotazo de Claro: vender y cobrar como ilimitado un servicio de internet que retiene en pijoteros 750MB. Se veía venir. Colón, Cortés, fueron pioneros. Todo progreso viene revuelto y hasta los más adultos reaniman su infancia inercial.
La maquinaria mercantil es genial y sorbe el seso al más pintado. Sus popes son muy sensibles y ya alertados de que saltó la liebre armarán su timo de recambio. La especie paga caro pasarse de mambo en la velocidad del cambio cultural. En esto, los primos Neandertales eran más "cultivados". Evitaban el invierno. No dependían de Garbarino. Iban detrás del sol y los frutos de cada tiempo. Esto en algún momento se derrumbó. Y después no hablemos. Y ahora a superar el disloque.
Todo viene cambiado. Hasta la lucha por el medio ambiente está infiltrada y en Copenhague arderá Troya en diciembre. Con lo digital flamante sobran plagas. Palabras estrujadas. Bobadas en auge. Teóricos de bolsillo. Euforia por la cáscara. Portavoces "untados" que aplican el discurso erótico de los gurúes brasileños. Una cosa es la Evolución antibabel de Internet, democrática de Wikipedia, social de Redes y otros fabulosos aportes que alientan la esperanza en que una época nueva ya empezó. Pero que habrá que acompañarla no con los dedos sino con las neuronas.
Si dejamos que al socaire de estas maravillas nos embuchen como al pavo nos tendrán que dar cuerda para poder pensar. Bastará una campaña piola y por solo dos pesos habrá programas Neocórtex que cambiarán la lógica y Límbicos que agenden y ecualicen la emoción (efecto ya in progress).
Vaya que le costó despegar al pulgar y fundar la cultura para acabar hoy en percutor pulgarcito de un teclado que termina sorbiéndole el seso (y el sexo) Los cinco sentidos están en bancarrota. Un Neandertal olía a su fémina a 20 millas. Cuando asomaba un Cromagnón el león metía rugido en bolsa. La capacidad craneal de aquellos choznos era mejor que la nuestra. Y las paleolíticas caderas de sus mujeres más anchas y aptas para parir sin dolor.
Al primate humano macho de hoy lo están transformando en mero pollo que corre y picotea sin pausa en la cinta sinfin mientras los anabólicos le inflan pechugas y pezones. Así de igual hipoteca su lengua. Y su pasión. Tanto que cambia un espontáneo “Te quiero un montón" por frígido telegrama "TQM" (Y esto, así,va de popa).

Por Esteban Peicovich para Perfil.com

miércoles, 25 de noviembre de 2009

"La grieta que se abrió en 2001 entre la gente y la dirigencia no se pudo cerrar"

En una entrevista con lanacion.com, el periodista y escritor Jorge Lanata, aseguró que la Argentina está en "una instancia de transición que todavía no terminó"; "Tenemos todo lo que tendríamos que tener, pero igual fracasamos año tras año", evaluó


- ¿En qué pensás cuándo escuchas la palabra Bicentenario?
- Mucha dialéctica y poca realización. Estaría bueno hacer algo con el Bicentenario. Me da la sensación de que es una fecha vacía que estaría bueno llenarla de contenido.
- ¿Qué tipo de contenido?
- En general nosotros, como país, nos dedicamos a discutir estas fechas de manera simbólica y para nada práctica. Estaría bien discutir el Bicentenario desde otro lugar, diciendo qué cosas podemos hacer para integrarnos, para que esto realmente sirva para algo, para que sea el comienzo de algún tipo de proyecto y sacarlo de la discusión histórica y llevarlo a la discusión política concreta, coyuntural.
- Desde la Presidenta hasta varios dirigentes de la oposición intentaron instalar esta discusión desde la retórica?
- El problema es que no es sólo retórica. Estamos todos de acuerdo; todos tenemos buenas intenciones. Se cumplen 200 años ¡Uh, qué lindo! Es momento de preguntarnos cómo estamos 200 años después. Sería interesante saberlo. Vos fijate que en un país como éste no hay estadísticas. Ya empezamos mal con esa pregunta.
- Lo decís por el Indec?
- Estoy hablando más allá del Indec; el Indec también, pero no hay estadísticas o las que hay son muy malas. No estaría mal con ocasión del Bicentenario hacer un muestreo real para ver cómo estamos en todo. ¿Qué pasa con los chicos que toman menos leche en las escuelas? ¿Crecen menos? ¿Qué pasa con la desnutrición en Tucumán o el analfabetismo en Buenos Aires? Para llegar a algún lugar tenemos que ver de dónde salimos. Preguntarnos cómo estamos no es algo menor.
- Y ¿cómo estamos?
- Creo que los tiempos de los políticos y de los intelectuales son distintos a los tiempos de la gente. La gente tiene tiempos más lentos, pero inexorables. Cuando la gente cambia, cambia. Por ejemplo: me parece que costó 20.000 o 30.000 muertos y 10 años de dictadura, pero no va a ver otra dictadura. Las cosas van cambiando de manera muy lenta. Estamos en una instancia de transición que empezó en 2001 y todavía no terminó. Tenemos que tratar de hacer más democrática la democracia y no es un juego de palabras. Pasar de lo que llamaría Guillermo O´Donnell , una democracia de baja intensidad a una democracia de alta intensidad o real.
- En este recorrido, ¿cómo ves a las instituciones?
- Le falta a las instituciones. El reclamo de la grieta que se abrió entre la gente y la dirigencia en 2001 aún no se pudo cerrar. Está latente, subterráneo. Es lo que explica la crisis de partidos, que el radicalismo y el peronismo no existan. También explica esa crisis el menemismo, porque fue quien empezó a destruir la idea de partidos políticos. Eso, sumado a que los partidos dejaron de escuchar a la gente. El reclamo por el voto sábana, la truchedad en la elección, por cambiar las fechas, el cambio de domicilios; un motón de cosas formales está haciendo que por debajo esa duda que sé instaló en 2001 siga agrandándose cada vez más. Si ves los números desde 1983 para acá, cada vez va menos gente a votar. Esto sólo nos importa el día de las elecciones y después no se habla más, pero cada vez va menos gente. Es una gota cada vez más grande, esa gota es la expresión de ese sentimiento que va por debajo de la ruptura entre los dirigidos y los dirigentes.
- ¿Crees que es posible reeditar en la Argentina el Pacto de la Moncloa que hicieron los españoles?
- No sé si las experiencias son transmisibles de un país a otro. Los países son distintos y lo fundacional debería estar hecho por gente nueva, no vieja. Creo que escuchar a los viejos fundar algo nuevo es poco creíble. Si el hombre nuevo va a salir de un grupo de hombres viejos, estamos jodidos. Hay que buscar otra cosa. Cuando la gente decía "que se vayan todos", quería decir que se vayan todos. Sé que no es practicable pero, ahora, tratemos de acercarnos a eso.
- ¿Crees, como se ha dicho, que estamos condenados al éxito?
- No sé si alguien puede estar condenado al éxito. Hasta ahora estuvimos bien condenados al fracaso. Digo, tenemos todo lo que tendríamos que tener y sin embargo fracasamos año tras año, generación tras generación. El problema de la Argentina es claramente un problema de la dirigencia. La Argentina no es buena ni mala en sí, es potencialmente un país increíble que nunca funciona.
- ¿Por qué nunca funciona?
- Se dice que es porque `está lleno de argentinos´, pero los argentinos tenemos distintas responsabilidades. No es lo mismo la responsabilidad de un tipo que vive en la Villa 31 que la de [Eduardo] Duhalde. No es igual. No quiero justificar todo ni victimizar a nadie en particular, pero no es lo mismo. Si un nene come menos cuando es chiquito, es menos inteligente cuando es grande. Ese pibe no tiene la misma responsabilidad que el que va y firma un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Insisto, no es lo mismo. Ahora, que nuestra crisis viene de la dirigencia no tengo dudas. La gente que no puede comer no fue la que nos cagó.
- ¿Cómo se cambia esa realidad?
- Una manera de renovar la clase política es terminar con las reelecciones. Es una manera de decir que cambien. El tipo es bueno, ya vendrá otro que pueda ser bueno también, nadie es imprescindible.
- ¿Por qué el hambre o la pobreza están fuera de la agenda?
- El tema del hambre es un tema que está fuera de la agenda porque no es popular, no trae rating, no suma. La gente que está fuera del sistema no le importa el sistema, tampoco le interesa el clientelismo. Además, porque hay una responsabilidad directa muy grande del poder en todo esto, todos saben que se puede arreglar y nadie hace nada para arreglarlo, no es que no sea posible arreglarlo.
- Faltan políticas de Estado de largo alcance?
- Uno de los problemas que tenemos en términos políticos es la falta de liderazgo, no hay líderes. Un ejemplo es lo que pasó con la ley de radiodifusión y el fútbol: el Gobierno venía de menos que cero, de perder una elección contra nadie [por Francisco de Narváez], porque no le ganó [Charles] de Gaulle, le había ganado nadie. Venían de perder con nadie en un momento que todos pensábamos bueno, se quedarán o no, llegarán a fin de año o no. Desde ese lugar, desde la Base Marambio, el Gobierno retomó la iniciativa política, le cambió la agenda a la oposición, los forreó con el tema del diálogo, los dejó pagando y empezó a construir para otro lugar, para el que nadie estaba mirando. Eso demuestra, más allá de lo que se piense de él, que Kirchner todavía es un líder y los otros no lo son.
- ¿Te gusta el camino que tomó el Gobierno?
- No sé a dónde vamos. Creo que Kirchner lo que está haciendo, a pesar de que fue muy hábil para recomponer su escena, es confundir su escena con el resto de la realidad. Hoy le diría a Kirchner que lo único que está pasando no es la ley de radiodifusión y el fútbol. Ojo, si él confunde la realidad con eso, estamos en un problema. Estamos hablando de eso, pero a la vez volvimos al FMI, aumenta la desocupación, la situación económica es cada vez más artificial, está habiendo problemas con los gremios. O sea, está pasando todo lo otro y todo lo otro hoy parece que no existe porque sólo existe lo que Kirchner tiene como obsesión y ahí es donde creo que se equivoca y ese va a ser el error de Kirchner.
- ¿Qué recuerdos tenés de los festejos por el 25 de Mayo?
- Actos aburridos en el colegio. Se han ocupado por enseñarnos la historia de una manera bastante vacía. Es una lástima, porque con los años uno aprende que hay una historia, que uno forma parte de algo, que es muy confuso, pero que está. Que hay una nación que se llama Argentina, que busca crecer, que está en pelea todo el tiempo, pero son todas cosas que uno descubre después de los 40, no antes. En el colegio no nos cuentan esas cosas.
- Uno de los objetivos de los comunicadores es llegar a la mayor cantidad de audiencia. Si pudieras hablarle a todos los argentinos, ¿qué les dirías?
- El otro día en una charla una señora me preguntó: "¿Usted está pidiendo que hagamos algo que no vamos a ver?". Y le contesté que entendió perfecto. A ver si se entiende lo que pregunto: ¿Nos animamos a hacer algo trascendente? Si la respuesta es sí, este país puede cambiar en treinta o cuarenta años; si la respuesta es no, no le demos más bola a este tema y vámonos o no nos calentemos más por este asunto. No vamos a cambiar el país en 15 minutos.
- ¿A qué te referís con algo trascendente?
- Algo que nos trascienda, algo cuyo resultado no vamos a ver. Hubo momentos en los cuales este país se pensó así: Manuel Belgrano, Mariano Moreno, José de San Martín Bartolomé Mitre, Domingo Sarmiento, lo pensaron así. Pensaron un país para los próximos 50 años y sabían que no iban a estar para verlo. Si nosotros hacemos una apuesta trascendente por el país que implique el sacrificio de decir no lo vamos a ver, esto a lo mejor cambia.
- ¿Qué habría que hacer?
- Primero tenemos que asociar la idea de cambio con la idea de trabajo, acá pensamos que las cosas cambian sin que nadie se esfuerce y no es así. La única manera de cambiar las cosas es laburando. Para que cambien, no hay otra manera. Y eso lleva tiempo, no un año o dos, sino 10, 20, 30 años. Le diría a la gente que no seamos hipócritas cuando pedimos que el país cambie, que sepamos que los cambios verdaderos son lentos y llevan tiempo, pero que nos preguntemos si realmente estamos dispuestos a enfrentarlos y si no, no jodamos más.

martes, 24 de noviembre de 2009

declaración universal de derechos de las personas mayores

¿Por qué es necesaria una declaración universal de derechos de las personas mayores?

Durante el siglo XX se inició en América latina un proceso de envejecimiento de la población que, lejos de revertirse, se profundizará: en 2050 las personas mayores de 65 años serán más numerosas que las menores de 14.

El alargamiento de la vida humana es, sin duda, un logro para los países, pero también se convierte en un desafío, ya que requiere de la adaptación de los sistemas sociales y de salud, para que todos los ciudadanos puedan vivir con dignidad hasta el final de sus vidas.

En América latina, a diferencia de lo que sucedió en Europa, el envejecimiento de la población se está produciendo en situaciones de desigualdad social. Por eso hay que velar porque los recursos se distribuyan con equidad y transparencia entre los diversos grupos sociales.

Varios organismos internacionales y gobiernos de esta región están procurando avanzar en una convención internacional que reconozca los derechos humanos de los adultos mayores.

Esta medida ayudaría a dar más visibilidad, a respetar y proteger a este grupo, a incluirlos en las políticas públicas y en las legislaciones.

También serviría para evitar toda forma de discriminación o maltrato, a cambiar la imagen social del adulto mayor y a entender los problemas del envejecimiento no como un tema de índole privada, sino como una cuestión publica que compromete a la sociedad.

Una convención bajo el marco de las Naciones Unidas es un acuerdo que obliga a los países a hacer lo que allí se compromete. Y resta mucho por hacer, porque con esto solo no alcanza. Hace falta una sociedad civil organizada y comprometida, pero para eso se deberán producir algunos cambios.

En primer lugar, las personas mayores deberán asumir su identidad mayor y organizarse para exigir sus derechos. En segundo lugar, las organizaciones existentes deberán reconvertir sus acciones, hasta ahora recreativas, hacia nuevas formas más efectivas de participación social.

Por último, otras ONG deberán sumarse para lograr la construcción de una sociedad para todas las edades. Porque no es la edad lo que produce vulnerabilidad, sino la precariedad de los mecanismos de protección hacia un grupo del que todos, en el mejor de los casos, llegaremos a formar parte algún día.

Silvia Elena Gascón
Directora de la maestría en Gestión de Servicios de Gerontología de la Universidad Isalud, para www.hacercomunidad.org

lunes, 23 de noviembre de 2009

martes, 17 de noviembre de 2009

Lo bello

“Yo se que este filete no existe. Que cuando me lo llevo a la boca, la Matrix me esta diciendo a mi cerebro que es jugoso y que esta delicioso…”

The Matrix. 1999

¿Qué es lo bello? ¿Lo decido yo o alguien o algo me está indicando qué debo considerar bello? ¿O ambas cosas a la vez?
Para Charles Baudelaire, lo bello tiene que ver siempre con una doble composición. Pero la impresión que genera es univoca. O sea, el que decide soy yo. Pero no descarta que distintas circunstancias, como la época o la moda le digan a mi cerebro que es agradable o delicioso. Pareciera que hoy en día, esta última opción tuviese más protagonismo.
Decir que lo bello o lo feo tiene que ver con las épocas o culturas donde se mencionan, no es nada novedoso. Siempre se los intentó definir desde algo estático. Por consiguiente, creo que lo bello o lo feo depende del momento y los parámetros en que se tomen. Al decir de muchos, “la belleza y la fealdad depende de la época y de las culturas, lo que era inaceptable ayer pudo convertirse en lo aceptado de mañana y lo que se considera feo puede contribuir, en un contexto adecuado, a la belleza del conjunto”.
Ejemplos tomados del arte: En el cine, ¿cómo se explica que un ser como ET, el extraterrestre pueda resultar lindo, logrando inclusive cambiar el sentido de los extraterrestres en el cine?. O para otros, ¿cómo puede resultar agradable a la vista una pintura, que quizás a otros les parece oscura o sin sentido? ¿O qué decir del arte moderno realizado sobre líneas o con animales?

Lo que se dice bello nos rodea. Lo apreciamos por la razón o por los sentimientos. O ambas a la vez. Pero a no confundir belleza con practicidad. Lo bello se siente dentro de uno. Se podrá obtener con razones, pero ese primer instante de captación es interno y sentido. Es en el espíritu. Eso es lo que hace que para cada uno de nosotros, haya algo bello en particular. Se puede coincidir, pero no es siempre por los mismos motivos.
La diferencia que noto con lo sublime tiene que ver también con el espíritu. Algo bello nos regocija interiormente en un primer paso. Lo sublime, primero te empequeñece, luego te pierde.

Existe una gran mayoría a la que le resulta “bello” que le digan que debe considerar bello. Sabiendo inclusive que no les gusta, aceptan por distintos motivos, que les ordenen a su cerebro que es lo lindo.
Pero ¿se puede contra el don humano de la belleza y su espíritu?. Creo que a uno no le gusta una cosa u otra porque sí. Uno busca, quizás hasta inconscientemente, “ESA” cosa.
Esto me lleva a Sócrates. En el Hipias se pregunta ¿Existe la belleza en si misma?. Primero dirá que sí, para luego decir que no. Pero creo que un debate es sobre la belleza y otro es sobre lo que nos parece bello a nosotros. Benedetto Crocce sostendría mucho más tarde que en la naturaleza hay lo que hay, existencia. La belleza está sólo en lo humano.
Creo que aquí es donde interviene el espíritu de la humanidad. No sé si hay eso que llaman belleza en la naturaleza, quizás sea otra discusión, pero si creo que nuestro espíritu hace que, por distintos motivos, lo veamos bello. Inclusive quizás hasta más tarde, no lo veamos de esa manera, quizás en otros tiempos lo consideremos distinto. Si a esto le sumamos que cuando el hombre crea, crea belleza. ¿Qué más se puede decir?. El espíritu, si se quiere, es aquel que ordena a mi cerebro, a mi alma si se me permite, sentir la belleza de algo. Sea al crearlo, sea al contemplarlo. Hasta quizás sepa uno que ese ALGO no existe. Que cuando lo veo sólo me gusta a mi. Pero en ese momento, ese ALGO está hecho para mí y mi espíritu.

Bernabé Tolosa

lunes, 16 de noviembre de 2009

Mirada

Los pájaros en el oriente
son mensajeros de la luz.
En la continua respiración del valle
los animales han vuelto a serenarse
en sueños
Y las brisas Pasan lentamente.

Alguna trompeta, en ese amanecer,
intentará exhalar la lejania.
Es su sonido
surcando las enigmáticas plantas del verano.

Hasta que se venza esa mirada
y vuelva a caer el manto de la noche
y se entumezca levemente la nostalgia en las sombras.


Por Luis Alberto Spinetta, de Guitarra Negra

viernes, 13 de noviembre de 2009

La tapia

En esa tapia que se ve desde la ventana, un enamorado ha trazado con spray un corazón atravesado por una flecha. Es Año Nuevo, otro año más. En esa tapia anochece muy pronto ahora, pero dentro de poco, cuando oigas graznar las grullas cruzando el cielo, te sorprenderá que a media tarde el sol se demora sobre ese corazón de spray hasta dorarlo por completo y ésa será la señal de que está creciendo el día. La savia entonces celebrará su fiesta y cuando se inflen las gemas de todos los árboles, puede que la vida te haya obsequiado ya con la primera puñalada, pero la naturaleza mandará abejas de oro a libar en esa herida y la convertirán en miel si logras que la confundan con la primera flor de primavera. A medida que el aire se haga dulce, el deshielo creará arroyos luminosos en el monte y de la misma forma en la ciudad los manantiales que brotan en la puerta de las aulas dejarán correr adolescentes llenos de amor por las calles de abril y algunos se amarán por primera vez contra esa tapia, junto al corazón de spray, que lleva frente a tus ojos un tiempo indefinido. El verano pasado soportó el calor tórrido del asfalto en medio de la ciudad desierta, pero esta vez un mendigo instalará su lecho de cartones muy cerca en la acera para compartir con él la misma soledad mientras estés lejos. En el mar habrá fiestas bajo las estrellas, las risas de los amantes sonarán contra el cristal de las copas y una música te llevará hacia una isla desnuda. El fragor de las chicharras te hará olvidar que el mal existe y tal vez la dicha será sólo una mirada o una brisa por debajo del vestido de lino o el ritmo de unos versos de Horacio compartido con un mismo chasquido de labios. Cuando regreses a la ciudad, el mendigo ya se habrá ido y será septiembre. El corazón de spray seguirá en la tapia y será otra vez sólo tuyo. Si vuelves con otra herida, la cubrirán las hojas amarillas bajo la lluvia oblicua de otoño y ese infortunio no será sino la misma melancolía que hace fermentar el humus de los jardines. Formando una lanza cruzarán el cielo lívido las aves en busca del Sur y tú podrás obligarlas a que atraviesen la memoria de todos tus placeres, mientras la tarde vuelve a cerrarse muy pronto sobre la tapia. Ha pasado un año, otro año más. Los valses de Strauss de la orquesta de Viena formarán de nuevo una nube de azúcar para cubrir todas las tragedias del planeta junto a ese corazón de spray, hoy oscurecido, pero una tarde te sorprenderá que el sol se demora hasta prenderlo en llamas y la vida volverá a empezar.

Por Manuel Vicent
El autor, español, es escritor y columnista del diario El País de Madrid.

La magia de los libros

Las drogas más poderosas que he consumido en mi vida, las sustancias psicodélicas más transformadoras, fueron ciertamente algunos libros que he leído.

Cuando tenía 16 años, por ejemplo, las novelas de Leopoldo Marechal (Adán Buenosayres, Megafón o la guerra y El banquete de Severo Arcángelo) se transformaron en faros cuya luz atravesaban las penumbras de la miserable vida cotidiana, las rutinas embrutecedoras que agobiaban mi existencia, para iluminar la vida legendaria que desde niño había añorado como si ya la hubiera experimentado.

Tal fue mi pasión por Marechal que, con la excusa de un falso reportaje para una revista colegial, fui a tocarle el timbre. Leopoldo fue un anfitrión encantador y paciente que nunca expresó el aburrimiento que le produjo mi acechanza. En aquellos años, tanto su escritura como la de Roberto Arlt me transportaban a un territorio legendario, una región imaginaria que desbarataba los límites convencionales de la argentinidad. Ellos recorrían en sus narraciones los senderos laberínticos de una promesa existencial que yo también me había hecho.

En mi juventud fui un lector adicto y obsesivo. Leía todo aquello que estaba señalado en el mapa de las lecturas que habían diseñado los expertos. Descubrí tarde que así como el mapa no es el territorio, ni el menú es la comida, la literatura no son los libros. La auténtica droga, la magia transformadora, estaba oculta en la sustancia de algunos libros extraordinarios que se disfrazaban de libros. Crimen y castigo no era una novela que sucedía en Rusia y las vicisitudes de aquel asesinato nos identificaban con el homicida. Raskolnikov era un tipo como nosotros y su crimen era una invitación desesperada a comprender que la ley no existía, que todo estaba permitido, que vivíamos en un mundo salvaje y despiadado donde el primer pez que tuvo hambre se convirtió en asesino.

Los poetas malditos (Baudelaire, Rimbaud, Lautréamont, Artaud) azuzaban el fuego que ya quemaba tu alma. Ellos eran una patada en el culo a todas las promesas de la vida normal, a la dicha del amor y a las normas de la decencia.

William Burroughs, quien durante muchos años se resistió a convertirse en escritor, asegura que fue la magia de Hemingway la que lo empujó a la escritura. “No sé si su relato París era una fiesta estaba siquiera bien escrito, lo importante es que la gente comenzó a comportarse como sus personajes, a vestirse como ellos. Eso no es literatura, eso es magia y es lo mío, me dije.”

A principios de la década del 70 llegó a mis manos uno de esos libros inolvidables que afectaron mi rumbo existencial tanto o más que cualquiera de los estímulos e influencias reales que me rodeaban. Fue Primavera negra, de Henry Miller. Ese libro me ayudó a comprender que eran inútiles los esfuerzos que yo estaba haciendo por convertirme en el idiota que los seres queridos me insistían que fuera. Fue como sacarme un traje gris y pesado que era yo mismo. Henry Miller me hizo dar cuenta de que yo era lo que no sabía que podía ser.

El poeta Néstor Perlongher, en la década del 80, dijo en una entrevista: “Piensan los alemanes, hacen rock los ingleses y narran los yanquis”. No se equivocaba: toda la narrativa del siglo pasado estuvo atravesada por los escritores sajones. Truman Capote y Norman Mailer dieron nacimiento a la narrativa periodística o documental aunque desde mi punto de vista la figura más influyente de ese género fue Ernest Hemingway, un escritor que dejó estampado un sello de heroicidad y bravura alrededor de su figura.

En el camino, de Jack Kerouac, fue un manual de instrucciones de cómo escaparse de la vida ordinaria y su lectura arrastró a una gran cantidad de miembros de mi generación a sacarse la corbata de estudiante universitario para salir a vagabundear como linyeras por las calles del mundo.

La melancolía etílica de Malcolm Lowry, la mirada vulgar y certera de Bukowski sobre los pequeños y miserables actos en que consisten las vidas, las demoledoras visiones casi cinematográficas de Raymond Carver sobre la sordidez que se esconde tras los modales de la convivencia, la mágica inventiva que surge en El palacio de la luna, de Paul Auster, o en Rock Springs, de Richard Ford. Esos escritores eran amigos invisibles y distantes que yo amaba como si los conociera.

En Latinoamérica, bajo la publicitada etiqueta del realismo mágico, la literatura se sumergió en el buceo obsesivo de un pasado mítico, en una reivindicación ideológica de los fantasmas de lo extinto. En nuestro país todos los relatos de las últimas dos décadas estuvieron signados por la presencia más o menos visible de las dictaduras militares, de la tragedia de los desaparecidos y de las distintas vicisitudes de la epopeya del peronismo. Esa narrativa nos propuso la asunción de una culpa, la conciencia de un fracaso, convirtiéndonos en prisioneros de la historia. Yo creo que el artista debe oponerse a la legitimidad de la historia. Mientras que las verdades que surgen del pasado nos sujetan y determinan, las que vienen del futuro nos liberan y nos exponen a las tormentas del extravío.

Por E. Symns

jueves, 12 de noviembre de 2009

Locos por los gatos


Ya amenazan el reinado de los perros. El fin de los prejuicios y las razones ocultas de un (renovado) amor incondicional.

A simple vista pareciera que los gatos llevan todas las de perder. Cargan con una fama ancestral de animal de mal agüero, desleal, poco obediente a las órdenes, pobre guardián y que ni siquiera confiere estatus a sus propietarios.

Pero aunque hay solamente 80 razas de gatos contra 5.000 de perros y fueron domesticados mucho más tardíamente que los canes, en Estados Unidos, China, Canadá y toda Europa, los gatos ya destronaron a los perros, y la tendencia sigue subiendo. En Estados Unidos hay unos 20 millones más de gatos que de perros, y un tercio de la población tiene al menos un felino doméstico. En Europa hay 47 millones de gatos y apenas 41 millones de perros. En Rusia la brecha a favor de los felinos es de 4 millones y en China, de 33 millones.

En la Argentina, pese a que la Cámara Argentina de Fabricantes de Alimentos Balanceados (CAFAB) calcula que hay 6,5 millones de perros contra 3 millones de gatos, la diferencia parece estar reduciéndose. En los últimos cinco años, se duplicó la producción de comida para gatos. Y el veterinario Rubén Gatti, miembro fundador de la Asociación Argentina de Medicina Felina (A.A.Me.Fe.), pronostica que los gatos van a igualar a los perros en el país. “Creo que es la mascota del futuro”, arriesga.
Charly García anuncia en una canción que, cuando ya se empiece a quedar solo, va a tener “una gata medio loca”. Un acierto de frase, porque “mucha gente cree que los gatos son locos e impredecibles”, como suscribe Sarah Wilson, autora del libro “Buenos amos, buenos gatos”. “Pero desde el punto de vista de un gato, estos comportamientos son completamente normales”, aclara. Por otra parte, las reacciones aleatorias e imprevistas de los gatos también les suman atractivo: no siempre juegan cuando queremos, y eso los hace más interesante que si siempre respondieran igual al mismo estímulo, como los perros.

Para la legión creciente de adeptos, los “michinos” son cariñosos, bellos, divertidos y se hacen entender. También son “estéticamente perfectos y maravillosamente elásticos”, resume, con cierta deformación profesional, el diseñador industrial Eric Tornquist. Desde el punto de vista instrumental, los gatos se articulan con los hábitos de una sociedad que destina cada vez más horas al trabajo y habita cada vez más en ciudades (en 1970, la proporción de la población urbana en la Argentina era del 78 por ciento y hoy ronda el 90 por ciento). Es una mascota de bajo costo; se adapta al espacio reducido de un departamento; si se lo deja solo, se dedica a dormir y no molesta a los vecinos con ladridos; no requiere que lo saquen a pasear para satisfacer sus necesidades fisiológicas (para eso existen las “piedritas sanitarias”); como tiene hábitos nocturnos, es un compañero alerta y divertido para quienes vuelven tarde del trabajo; y con buena alimentación llegan a vivir hasta 22 años.

“Los amo por bellos, por enigmáticos, por imprevisibles, por independientes, y porque lo saben todo”, enumera Alfredo Serra, redactor jefe de la revista Gente, quien junto a su esposa Mara conviven con las gatas Kiara, Lucy y Daisy. “Vienen sin que los llamen y se van a su aire. No son domésticos: son socializados. Pactan con nosotros, pero sin renunciar a sus leyes, a su puesto en el cosmos”, añade. “Los gatos tienen mística y magia. Y son más independeintes que los perros”, asegura por su parte Paula Lerma, fotógrafa, diseñadora de páginas web y dueña de la gata Hester. “El que no quiere a los gatos es porque no los conoce”, coinciden el comerciante Oscar Maldonado y la comunicadora Conz Preti, quien dice haber tenido desde patos hasta hamsters. Y que recién ahora tiene un gato, Vicente, que es súper mimoso y la llena de besos. “Es el gato menos gato que conozco”, bromea.

Otra razón cultural que propicia la expansión doméstica de los gatos es la tendencia a adoptar mascotas de menor porte. El Instituto Pasteur y la Federación Cinológica Argentina (FCA) coinciden en que año tras año hay mayor demanda de razas de perros pequeños, como chihuahuas, Yorkshire y caniches. Y de elegir un perro chico a elegir un gato… ¡hay sólo un paso! Roberto Méndez, presidente de la Asociación Felina Argentina, explica que creció la demanda de gatos de pedigrí. Los persas y siameses son los más requeridos, aunque también hay razas peculiares, como los birmanos y el llamado “gato de los bosques de Noruega”, en la Argentina desde el 2000.
La periodista Gaby Manuli cuenta que se pasó la vida diciendo que los gatos eran “unos seres inmundos”, hasta que aparecieron ratones en su casa y tuvo que pedirle prestado uno a una vecina. La convivencia forzada terminó en amor: “Ahora duermo con Jazmín, que se lleva bárbaro con mi Golden Retriever”, agrega.

Los especialistas, como el etólogo Ricardo Bruno, director del Instituto Veterinario Especializado en Comportamiento Animal (IVECA), sostienen que existe un “biotipo” del dueño de gatos que lo distingue de aquel que se lleva mejor con los ladridos. Una encuesta del INDEC indica que los gatos son las mascotas preferidas de los mayores de 50 y de los solteros que no tienen quién cuide el perro mientras trabajan. Ruth Zasloff, de la Universidad de California, encuestó a cien dueños de gatos y concluyó que los felinos brindan amor incondicional y una gran posibilidad de “conversación” e interacción social. La odontóloga Marisa Guillot asegura que su gata le habla con ronroneos y maullidos que aprendió a interpretar. “Es mi adoración: sin ella me muero”, sostiene.
En la edad media, como los gatos fueron diezmados por ser considerados animales diabólicos, proliferaron las ratas, y con ellas, la pulga que transmitió la peste bubónica o Peste Negra. La epidemia produjo la muerte de un tercio de la población europea en el siglo XIV. Después de semejante catástrofe, comenzó la reconstrucción de la imagen gatuna. Y su relación más positiva con la salud humana.

El psicólogo porteño Rubén Álvarez afirma que su gato es sensible a los malestares anímicos. “Atiendo en mi consultorio con el gato adentro, pero huye si percibe malestar o tensión en el ambiente. Él diagnostica a los pacientes conflictivos antes que yo”, dice, sonriendo. “Captan todo de una manera misteriosa”, sugiere la actuaria y proteccionista Liliana Muiño, quien le transmitió la pasión gatuna a su hija Lila.

Hay evidencias científicas que revelan la capacidad de los gatos de detectar problemas de salud, infartos o crisis de epilepsia de sus dueños antes de que pasen a mayores. La revista New England Journal of Medicine narró el caso de un gato mascota de una residencia para ancianos en Providence, Estados Unidos, que era capaz de detectar con una semana de antelación qué pacientes morirían: su olfato no falló en 25 casos. En la Universidad de California, se comprobó que 12 minutos diarios con una mascota mejoran la función pulmonar y cardíaca de pacientes hospitalizados por problemas de corazón. Un estudio más reciente de la Universidad de Minnesota sobre más de 4.000 personas constató que los dueños de gatos reducen en un tercio el riesgo de ataques cardíacos, un beneficio que, según los investigadores, podría estar ligado a un efecto de reducción del estrés.

Es una hipótesis atendible. El etólogo Bruno señala que está demostrado que quienes acarician a un gato disminuyen el pulso y la presión sanguínea, debido a la sensación de tranquilidad y placer que transmite el pelaje sedoso del animal.

“Desde que tenemos a Otto y Francisco, en casa no hay más estrés”, confirma la contadora Patricia Vior. “Es fabuloso ver cómo se relajan, durmiendo en cualquier posición. ¡Nos relaja a nosotros!”, añade, y dice también que Francisco “controla” de cerca su trabajo, “mirando la computadora como si entendiera todo”.
Desde los tiempos de Darwin, se sabe que la clave de la supervivencia es la adaptación. Los gatos lo aprendieron a la perfección. Aunque era un predador de hábitos solitarios y nocturnos, fue capaz de mantener cierta independencia controlada dentro del ámbito acogedor de la familia humana. Ladero ideal de científicos, intelectuales y artistas que precisan un compañero discreto y silencioso, muchas celebridades tuvieron gatos como mascotas: desde Franz Kafka y Ernest Hemingway (en su casa museo de Key West hoy viven sesenta, algunos de ellos descendientes de los que tenía el escritor) hasta Julio Cortázar, Osvaldo Soriano y Jorge Luis Borges, quien le dirigió un poema en el que dice: “En otro tiempo estás. Eres el dueño/ de un ámbito cerrado como un sueño”.

La aceptación creciente de los gatos como mascotas también fue cambiando el carácter del animal. “Hace veinte años teníamos que sujetar a un gato entre cinco para revisarlo”, afirman los veterinarios de la Asociación Médica Felina, “ahora toleran cualquier manipulación. Así como nosotros les tomamos más cariño y confianza, ellos hicieron lo propio con nosotros”.

Los gatos también aprendieron a hacerse los bebés, para despertar el instinto de protección humano. Hillary Feldman, del Departamento de Biología Integrativa de la Universidad de California, estudió el comportamiento de los gatos de echarse en medio del paso y panza arriba. En los felinos silvestres, sucede sólo entre cachorros o hembras en celo. Los adultos no lo hacen, salvo cuando un macho vencido muestra sumisión al líder. El gato descubrió que mostrar su panza nos parece adorable, y repite así la actitud de subordinación. Del mismo modo, los maullidos tienden a imitar la voz de bebés humanos, así como los ronroneos son un gesto de placer de los gatitos para con la madre, repetido con astucia por los adultos domesticados. Así logra manejarnos a su antojo.
En el programa “Animales al extremo”, de Animal Planet, los gatos figuran al tope de la lista de felinos asesinos, porque cazan por placer y no por hambre. Quizás el mayor placer de tenerlos en casa es haber convertido al mayor de nuestros predadores —el temible leopardo, el feroz león— en un peluche que ronronea cuando le rascamos la panza. Por fin logramos domesticar al tigre. Aunque lo más probable es que el gato nos haya domesticado a nosotros.

Por Ana von Rebeur para revista Newsweek