viernes, 23 de octubre de 2009
Iluminados y eternos
Astor Piazzolla formó parte junto con Antonio Carlos Jobim de una de las más extraordinarias revoluciones producidas en la música americana en el siglo pasado. Eruditos y populares, entreveraron todo con alegría, genio y astucia, pero sobre todo sin miedos. ¿Cuál sería hoy el público de estos artistas? La flamante Edición crítica: Antología , que recoge piezas de Astor Piazzolla, invita a reflexionar, en tiempos de música globalizada, acerca de la paradójica situación a la que se someten estas obras, de una vigencia artística sin parangón en el Cono Sur.
En primer lugar, ambos arrancan de cuajo el concepto de "pureza", término utilizado en infinidad de debates en diferentes ámbitos y de maneras estériles. Piazzolla y Jobim se animan, o la época los anima, a expandir el lenguaje musical más que a condenarlo a vivir en uno u otro barrio.
La academia y la calle
Piazzolla y Jobim nos recuerdan que la academia tiene una dirección exacta en alguna calle de alguna localidad del mundo, y que entonces habrá que dirigirse a ella a fin de aprender algo sobre la expresión musical. No es una tarea sencilla. Además del deseo íntimo de aprender, son propietarios de espíritus incorregibles a la hora de la invención. No hace falta más que recordar la acusación de "americanizar" la música brasilera que lanzó contra Jobim cierto conservadurismo en ocasión de su encuentro con Sinatra; o rememorar el exilio moral al que fue sometido Piazzolla por parte de una pléyade tanguera ávida de falsos purismos. Cabe recordar, además, que el tango también es una música de fusión, así como la bossa nova. Y que dos obras fundamentales y contemporáneas, como Matita Pere y Libertango, son probada muestra de los alcances del genio musical de estos dos compositores.
Ahora bien, la idea o, mejor dicho, el ejercicio de la resistencia se manifiesta en todas las voces protagonistas de este fenómeno. Por un lado, la resistencia de la tradición a que se incorporen nuevas formas para enriquecerla habla de una lucha sobre la cual el tiempo, siempre, termina dando el último veredicto. El tiempo reduce el reclamo a un rezongo de un abuelo gagá ante la impertinencia de su desmesurado nieto que no atiende razones: el sonido del corazón de ese nieto, más la información del pasado, que posee ya sea por ósmosis cultural o estudio, le dan razones vitales para hacer bochinches sin pedir permiso. Y ese es el sonido de la otra resistencia: la juventud impetuosa que avanza pensando que está fundando el mundo, actitud tan de moda en la Argentina de los últimos veinte años.
Bien, no es ese el caso de Piazzolla ni de Jobim. Por el contrario, sus obras fundan una nueva forma de vincularse con la tradición y la modernidad en pleno siglo XX. Entienden que el mundo va muy rápido, que el jazz lo inunda todo y que los compositores franceses (Ravel, Debussy y Satie) expanden la idea de la improvisación; conocen la Europa entera, se meten con la música contemporánea, la estudian, la investigan y finalmente terminan ubicando en el centro de la escena las formas populares de las cuales son hijos directos: el samba y el tango. Jobim, musicalizando a João Guimarães Rosa, acompañado por Vinicius de Moraes y más tarde por su favorito de la próxima generación, el gran Chico Buarque de Hollanda; Astor, musicalizando a Borges, acompañado por Horacio Ferrer y escribiendo inolvidables arreglos de tangos emblemáticos para textos de Homero Manzi, Homero Expósito o Enrique Santos Discépolo, cantados por intérpretes de la talla de Roberto Goyeneche, José Angel Trelles o Héctor de Rosas. Son gestos que hablan a las claras del compromiso que los unía con la historia escrita a través de canciones de sus respectivos lugares de origen.
Ahora bien, la resistencia que ejercen Piazzolla y Jobim contra un mundo que hace fuerza para que las cosas no se muevan es estética, moral y hasta política. Habla de una comprensión total de la experiencia existencial, donde todo puede ser y suceder, siempre y cuando la resultante termine ejerciendo un poder liberador tanto sobre el hecho lúdico de la invención de la obra para el compositor como para el imaginario del posible escucha.
Parecen ideas nuevas. No lo son. La música y las palabras conllevan desde siempre el delirante espíritu humano, más allá de los chauvinismos de turno y de las falsas puestas en escena de la mercadotecnia musical actual, que intenta hacernos creer que las especificidades no existen en favor de una globalización que anestesia, paraliza y les llena los bolsillos a unos pocos. La música y las palabras son herramientas de expresión y liberación de todo lo que maravilla y oprime. Salud, entonces, por la obra de estos chamanes-artistas que alumbran para siempre América y el mundo.
Por Fito Paéz, para ADN Cultura.
En primer lugar, ambos arrancan de cuajo el concepto de "pureza", término utilizado en infinidad de debates en diferentes ámbitos y de maneras estériles. Piazzolla y Jobim se animan, o la época los anima, a expandir el lenguaje musical más que a condenarlo a vivir en uno u otro barrio.
La academia y la calle
Piazzolla y Jobim nos recuerdan que la academia tiene una dirección exacta en alguna calle de alguna localidad del mundo, y que entonces habrá que dirigirse a ella a fin de aprender algo sobre la expresión musical. No es una tarea sencilla. Además del deseo íntimo de aprender, son propietarios de espíritus incorregibles a la hora de la invención. No hace falta más que recordar la acusación de "americanizar" la música brasilera que lanzó contra Jobim cierto conservadurismo en ocasión de su encuentro con Sinatra; o rememorar el exilio moral al que fue sometido Piazzolla por parte de una pléyade tanguera ávida de falsos purismos. Cabe recordar, además, que el tango también es una música de fusión, así como la bossa nova. Y que dos obras fundamentales y contemporáneas, como Matita Pere y Libertango, son probada muestra de los alcances del genio musical de estos dos compositores.
Ahora bien, la idea o, mejor dicho, el ejercicio de la resistencia se manifiesta en todas las voces protagonistas de este fenómeno. Por un lado, la resistencia de la tradición a que se incorporen nuevas formas para enriquecerla habla de una lucha sobre la cual el tiempo, siempre, termina dando el último veredicto. El tiempo reduce el reclamo a un rezongo de un abuelo gagá ante la impertinencia de su desmesurado nieto que no atiende razones: el sonido del corazón de ese nieto, más la información del pasado, que posee ya sea por ósmosis cultural o estudio, le dan razones vitales para hacer bochinches sin pedir permiso. Y ese es el sonido de la otra resistencia: la juventud impetuosa que avanza pensando que está fundando el mundo, actitud tan de moda en la Argentina de los últimos veinte años.
Bien, no es ese el caso de Piazzolla ni de Jobim. Por el contrario, sus obras fundan una nueva forma de vincularse con la tradición y la modernidad en pleno siglo XX. Entienden que el mundo va muy rápido, que el jazz lo inunda todo y que los compositores franceses (Ravel, Debussy y Satie) expanden la idea de la improvisación; conocen la Europa entera, se meten con la música contemporánea, la estudian, la investigan y finalmente terminan ubicando en el centro de la escena las formas populares de las cuales son hijos directos: el samba y el tango. Jobim, musicalizando a João Guimarães Rosa, acompañado por Vinicius de Moraes y más tarde por su favorito de la próxima generación, el gran Chico Buarque de Hollanda; Astor, musicalizando a Borges, acompañado por Horacio Ferrer y escribiendo inolvidables arreglos de tangos emblemáticos para textos de Homero Manzi, Homero Expósito o Enrique Santos Discépolo, cantados por intérpretes de la talla de Roberto Goyeneche, José Angel Trelles o Héctor de Rosas. Son gestos que hablan a las claras del compromiso que los unía con la historia escrita a través de canciones de sus respectivos lugares de origen.
Ahora bien, la resistencia que ejercen Piazzolla y Jobim contra un mundo que hace fuerza para que las cosas no se muevan es estética, moral y hasta política. Habla de una comprensión total de la experiencia existencial, donde todo puede ser y suceder, siempre y cuando la resultante termine ejerciendo un poder liberador tanto sobre el hecho lúdico de la invención de la obra para el compositor como para el imaginario del posible escucha.
Parecen ideas nuevas. No lo son. La música y las palabras conllevan desde siempre el delirante espíritu humano, más allá de los chauvinismos de turno y de las falsas puestas en escena de la mercadotecnia musical actual, que intenta hacernos creer que las especificidades no existen en favor de una globalización que anestesia, paraliza y les llena los bolsillos a unos pocos. La música y las palabras son herramientas de expresión y liberación de todo lo que maravilla y oprime. Salud, entonces, por la obra de estos chamanes-artistas que alumbran para siempre América y el mundo.
Por Fito Paéz, para ADN Cultura.
Maradona
En "La Venganza" de anteanoche, Alejandro Dolina, ante el mensaje de una oyente, se expidió con vehemencia sobre el Maradonagate. Transcribo:
"Una oyente dice: 'Estimado Dolina, ¿ya no defiende más a Maradona? ¿O acaso ya no hay ningún Sargento Cruz? Vea: Ud. ayudó a alimentar al monstruo que tan bien nos hace quedar ante la prensa mundial.
Cordialmente. Ingrid Hammer'.
Mi respuesta es SÍ. Yo he resuelto -después de un extravío- bancar a Maradona en esto. ¿Sabe por qué? Por personas como usted. La indignación burguesa que sucedió al exabrupto de Maradona fue totalmente patética y asqueante. Un mundo totalmente hipócrita, el mundo de la radio, donde se escucha eso mismo que Diego dijo bajo emoción violenta, pero libreteado (y en la televisión ni hablemos), ese mundo se indignó. Esos tipos se indignaron. Y esa indignación burguesa me hace ponerme inmediatamente en la vereda de enfrente.
Y lo que un tipo dijo, obnubilado por el momento, por la emoción, por su propia historia, y por su propia condición, después fue repetido ad nauseam por todos los noticieros, con subrayados, subtitulados, duplicaciones, ampliaciones y circulación por Internet, por tipos que no estaban ni obnubilados, ni en estado de emoción violenta, ni perturbados por ninguna cosa, sino que lo planearon diecinueve mil veces. Esos tipos ahora se ponen en la superioridad moral de preguntarme a mí si lo defiendo a Maradona. Bueno, sí, lo defiendo. Si es contra ustedes, lo defiendo. Lo defiendo totalmente.
Y eso de "que tan bien nos hace quedar ante la prensa mundial"... ¡Cipayos provincianos que quieren quedar bien con sus supuestos amos europeos! ¡Yo no tengo ningún interés en quedar bien ante la prensa mundial! ¡No es ésa nuestra obligación! ¿Qué tenemos que quedar bien ante nadie? ¿Ante quiénes? ¿Ante gobiernos que aniquilan a sus enemigos? ¿Ante quién tenemos que quedar bien? ¿Dónde esta la Fiscalía del Universo? ¿Dónde está la reserva moral de la Humanidad? ¿En Estados Unidos? ¿En Europa? ¡Déjeme que me muera de risa, Ingrid Hammer!
Y otra cosa: muchas veces, pero muchas, en los medios se dicen cosas muy interesantes. Yo he escuchado casi revelaciones, a veces, dichas por tipos a los que yo admiro mucho. A veces son intelectuales, como, no sé, el finado Casullo, o Dubati, o José Pablo Feinmann, tipos que realmente tienen un pensamiento interesante. Otras veces son artistas, o incluso locutores, del calibre de Larrea, o de Carrizo, tipos que por ahí dicen cosas que te hacen decir "pero mirá que bien pensó éste". Bueno, a esos NUNCA, nunca los vi duplicados en los noticieros, con subtitulados y subrayados. No los vi nunca porque a esta gente no le interesa el pensamiento ni la inteligencia, le interesa la BASURA. Y entonces Maradona dice esto y ellos lo repiten ciento diez mil veces. Eso es un asco.
Así que ¿a qué jugamos? ¿Qué es esto? ¿Qué es esto de indignarse, de enojarse y de sorprenderse? Lo dice un Senador de la Nación, y es un piola. Lo dice Maradona, y aparece todo el racismo, todo el desprecio por los pobres, aparecen los de siempre, los muchachos de siempre, a indignarse: ¡oh, la cultura! ¡Nuestro embajador! ¿Qué embajador? Es Diego Maradona, viejo. Los que tienen que ser cultos son ustedes, no él. Él tiene que dirigir la Selección de Fútbol, y si lo eligieron a él, bueno, es ése, y no Pancho Ibáñez.
Así que sí, lo defiendo a Maradona. Ante usted lo voy a defender siempre".
"Una oyente dice: 'Estimado Dolina, ¿ya no defiende más a Maradona? ¿O acaso ya no hay ningún Sargento Cruz? Vea: Ud. ayudó a alimentar al monstruo que tan bien nos hace quedar ante la prensa mundial.
Cordialmente. Ingrid Hammer'.
Mi respuesta es SÍ. Yo he resuelto -después de un extravío- bancar a Maradona en esto. ¿Sabe por qué? Por personas como usted. La indignación burguesa que sucedió al exabrupto de Maradona fue totalmente patética y asqueante. Un mundo totalmente hipócrita, el mundo de la radio, donde se escucha eso mismo que Diego dijo bajo emoción violenta, pero libreteado (y en la televisión ni hablemos), ese mundo se indignó. Esos tipos se indignaron. Y esa indignación burguesa me hace ponerme inmediatamente en la vereda de enfrente.
Y lo que un tipo dijo, obnubilado por el momento, por la emoción, por su propia historia, y por su propia condición, después fue repetido ad nauseam por todos los noticieros, con subrayados, subtitulados, duplicaciones, ampliaciones y circulación por Internet, por tipos que no estaban ni obnubilados, ni en estado de emoción violenta, ni perturbados por ninguna cosa, sino que lo planearon diecinueve mil veces. Esos tipos ahora se ponen en la superioridad moral de preguntarme a mí si lo defiendo a Maradona. Bueno, sí, lo defiendo. Si es contra ustedes, lo defiendo. Lo defiendo totalmente.
Y eso de "que tan bien nos hace quedar ante la prensa mundial"... ¡Cipayos provincianos que quieren quedar bien con sus supuestos amos europeos! ¡Yo no tengo ningún interés en quedar bien ante la prensa mundial! ¡No es ésa nuestra obligación! ¿Qué tenemos que quedar bien ante nadie? ¿Ante quiénes? ¿Ante gobiernos que aniquilan a sus enemigos? ¿Ante quién tenemos que quedar bien? ¿Dónde esta la Fiscalía del Universo? ¿Dónde está la reserva moral de la Humanidad? ¿En Estados Unidos? ¿En Europa? ¡Déjeme que me muera de risa, Ingrid Hammer!
Y otra cosa: muchas veces, pero muchas, en los medios se dicen cosas muy interesantes. Yo he escuchado casi revelaciones, a veces, dichas por tipos a los que yo admiro mucho. A veces son intelectuales, como, no sé, el finado Casullo, o Dubati, o José Pablo Feinmann, tipos que realmente tienen un pensamiento interesante. Otras veces son artistas, o incluso locutores, del calibre de Larrea, o de Carrizo, tipos que por ahí dicen cosas que te hacen decir "pero mirá que bien pensó éste". Bueno, a esos NUNCA, nunca los vi duplicados en los noticieros, con subtitulados y subrayados. No los vi nunca porque a esta gente no le interesa el pensamiento ni la inteligencia, le interesa la BASURA. Y entonces Maradona dice esto y ellos lo repiten ciento diez mil veces. Eso es un asco.
Así que ¿a qué jugamos? ¿Qué es esto? ¿Qué es esto de indignarse, de enojarse y de sorprenderse? Lo dice un Senador de la Nación, y es un piola. Lo dice Maradona, y aparece todo el racismo, todo el desprecio por los pobres, aparecen los de siempre, los muchachos de siempre, a indignarse: ¡oh, la cultura! ¡Nuestro embajador! ¿Qué embajador? Es Diego Maradona, viejo. Los que tienen que ser cultos son ustedes, no él. Él tiene que dirigir la Selección de Fútbol, y si lo eligieron a él, bueno, es ése, y no Pancho Ibáñez.
Así que sí, lo defiendo a Maradona. Ante usted lo voy a defender siempre".
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