¿Por qué es necesaria una declaración universal de derechos de las personas mayores?
Durante el siglo XX se inició en América latina un proceso de envejecimiento de la población que, lejos de revertirse, se profundizará: en 2050 las personas mayores de 65 años serán más numerosas que las menores de 14.
El alargamiento de la vida humana es, sin duda, un logro para los países, pero también se convierte en un desafío, ya que requiere de la adaptación de los sistemas sociales y de salud, para que todos los ciudadanos puedan vivir con dignidad hasta el final de sus vidas.
En América latina, a diferencia de lo que sucedió en Europa, el envejecimiento de la población se está produciendo en situaciones de desigualdad social. Por eso hay que velar porque los recursos se distribuyan con equidad y transparencia entre los diversos grupos sociales.
Varios organismos internacionales y gobiernos de esta región están procurando avanzar en una convención internacional que reconozca los derechos humanos de los adultos mayores.
Esta medida ayudaría a dar más visibilidad, a respetar y proteger a este grupo, a incluirlos en las políticas públicas y en las legislaciones.
También serviría para evitar toda forma de discriminación o maltrato, a cambiar la imagen social del adulto mayor y a entender los problemas del envejecimiento no como un tema de índole privada, sino como una cuestión publica que compromete a la sociedad.
Una convención bajo el marco de las Naciones Unidas es un acuerdo que obliga a los países a hacer lo que allí se compromete. Y resta mucho por hacer, porque con esto solo no alcanza. Hace falta una sociedad civil organizada y comprometida, pero para eso se deberán producir algunos cambios.
En primer lugar, las personas mayores deberán asumir su identidad mayor y organizarse para exigir sus derechos. En segundo lugar, las organizaciones existentes deberán reconvertir sus acciones, hasta ahora recreativas, hacia nuevas formas más efectivas de participación social.
Por último, otras ONG deberán sumarse para lograr la construcción de una sociedad para todas las edades. Porque no es la edad lo que produce vulnerabilidad, sino la precariedad de los mecanismos de protección hacia un grupo del que todos, en el mejor de los casos, llegaremos a formar parte algún día.
Silvia Elena Gascón
Directora de la maestría en Gestión de Servicios de Gerontología de la Universidad Isalud, para www.hacercomunidad.org
martes, 24 de noviembre de 2009
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