viernes, 2 de octubre de 2009
Las preguntas de Galeano
Hacía mucho tiempo que no escuchaba un aplauso tan cerrado, y tan largo, como el que recibió anoche en el Círculo de Bellas Artes el escritor uruguayo Eduardo Galeano, el autor de Las venas abiertas de América Latina. Había muchísima gente muy joven, y había todo tipo de público; desde el estrado, Galeano saludó a Marcos Ana, el ex preso del franquismo, y a José Ángel Ezcurra, el director de Triunfo, una revista fundamental para los que vivimos bajo el franquismo y para los latinoamericanos que vivieron aquí por exilio o por propia voluntad, entre ellos el propio Galeano. El autor uruguayo recibió la medalla de oro del Círculo, que le entregó su presidente, Juan Miguel Hernández de León. A mi me correspondió hacerle una entrevista pública, para la que preparé un largo cuestionario, a partir de sus libros. En uno de esos libros, el que contiene una antología de sus artículos o reportajes de prensa, encontré una larga lista de preguntas, precisamente. Me recordó esa lista aquella frase que el escritor ecuatoriano Jorge Enrique Adoum vio escrita en una pared ("la pared es la imprenta de los pobres", dice Galeano) en Quito: "Cuando teníamos las respuestas nos cambiaron las preguntas". Galeano me precisó la frase (que a mi me refirió Mario Benedetti, seguramente correcta, yo la deformé): "Cuando teníamos todas las respuestas nos cambiaron las preguntas". Bueno, pues esta retahíla de preguntas del propio Galeano fue la que le propuse ahora en el escenario. "Preguntando y preguntándome: este mundo nuestro, este matadero, este manicomio, ¿es obra de Dios o de los hombres? ¿Qué tiempo pasado ha parido este tiempo presente? ¿Por qué unos países se han hecho dueños de otros países, y unos dueños de otros hombres, y los hombres dueños de las mujeres, y las mujeres de los niños, y las cosas dueñas de las personas?" Galeano me escuchó releer sus propias preguntas, y al final me dijo: "Pues así es, exactamente". Un aplauso atronador acogió sus preguntas, y sus respuestas, acabó la conversación, y ya se llenó el escenario de lectores y amigos que le abrazaban como se abraza a un amigo recién llegado al pueblo o a una estrella de la canción. Firmó libros, atendió preguntas, y se fue yendo como si fuera el flautista de Hamelín. Las preguntas siguen ahí, intactas, para que las respondan la vida y el viento.
Fuente: por Juan Cruz, en www.elpais.com
Suscribirse a:
Entradas (Atom)