La decisión de la Corte Suprema de Justicia, no significa que nos cruzaremos en cada esquina con alguien fumando marihuana. Sino, por el contrario, que no nos quedemos con el último eslabón de la cadena, el consumidor, quien es el que más padece y quien necesita tratamiento.
Nunca se persiguió al narcotraficante. Siempre los resultados de los operativos indicaban mayoritariamente consumidores de pequeñas dosis. Todos los recursos se desperdiciaron siempre en esto. Mientras se trabajaba alrededor de adolescentes o jóvenes que se fumaban algunos porros, los comercializadores y los grandes narcotraficantes la veían pasar.
¿Qué dice el fallo? Es claro y precavido. No fija limites, por ejemplo, de cuánto es el mínimo, pero si manifiesta que no se puede poner en riesgo a terceros. O sea, no es delito tener marihuana para el consumo personal, pero no lo puede hacer delante de terceros. Por otro lado, vale decir también que sembrar la hierba en su casa también es delito.
Pero lo que menos se ha dicho sobre el fallo, y quizás algo de lo más importante, es el pedido de normas y decisiones al Gobierno, para que creen una verdadera política criminal para perseguir a los narcotraficantes, como por otro lado, está comprometido nuestro País, bajo los tratados internacionales.
El Fiscal General en Mar del Plata, doctor Fabián Fernández Garello, me mostraba su preocupación de esta manera. “una de mis preocupaciones es que el centro del problema es que quedemos enredados en discutir o aclarar algo, que por otro lado se necesita que se aclare, pero que no levantemos la cabeza y que por mirar el árbol, como se dice, no miremos el bosque. El problema central es la entrada de droga a granel al País y que llega muy fácil a los barrios para su tratamiento y su consumo”.
Por otro lado agregó que “el poder Judicial no está para marcar una política a seguir, está para distinguir si hay alguna contrariedad con las leyes, para eso están los otros poderes. Como puede ser que lo que esté en el centro de la cuestión sea un fallo de la Corte, cuando la droga está entrando por aviones al país a la vista de todo el mundo”.
Hasta ahora se han desperdiciado esfuerzo, recursos e inclusive ahora, con esta discusión, se están desperdiciando también oportunidades. Esta ocasión puede llegar a utilizarse, independientemente de la postura sobre el fallo, como una buena oportunidad para discutir un tema, que hoy por hoy nos está pasando por arriba. Pasa por arriba a los fiscales que trabajan en esas causas, a los legisladores que muchas veces han mostrado no estar a la altura de las circunstancias, al Ejecutivo que tiene que decidir que políticas se aplican en torno a esto, a los padres, a la sociedad misma.
La idea es que no se desperdicie también esta oportunidad de discutir algo que la sociedad toda merece y que en algún momento se deberá dar. Ojala no perdamos esta ocasión también.
Bernabé Tolosa
miércoles, 26 de agosto de 2009
A 60 años de ‘1984’
Hace sesenta años apareció en Londres la novela 1984, de George Orwell. En Inglaterra vendió 50 mil ejemplares en tapa dura y en EE.UU. se vendieron casi 400 mil ejemplares en el primer año. Hoy nadie sabe cuántos millones se vendieron en ediciones legales y piratas. La novela puede no ser la mejor literatura, pero es una de las que más han influido. Ha sido adaptada para la radio, la televisión y el cine, usada como texto de estudio, analizado y plagiado.
La fuerza de la novela surge de su lenguaje y de los giros que instaló en el uso diario, no tanto por su metáfora de una sociedad que combinaba lo peor de Hitler y de Stalin. El concepto de “gran hermano” está vigente en el discurso de la actualidad (para describir un grupo de personajes para quienes la ideología es irrelevante y el poder es todo), no tanto las ideas de la “policía del pensamiento” o el “nuevo idioma” (las dos últimas se usan con frecuencia en inglés), entre otras, pero son todos conceptos centrales de la imaginación popular que instaló 1984. Importante es que Orwell (seudónimo de Eric Blair, 1903-1950) no buscó pasarle una mano de bleque al socialismo, mucho menos al Partido Laborista inglés (como se insinuaba en los EE.UU.), y a ese efecto llamó a su abogado para dejar una declaración jurada.
Lo triste de tan formidable creación fue que Orwell sabía que se moría mientras escribía. Para lograr la novela, iniciada en 1948, se refugió en una choza húmeda en la isla escocesa de Jura, produciendo cuatro mil palabras por día en su incomprensible manuscrito que él mismo tenía que pasar a máquina luego. “La tragedia de la vida de Orwell fue que a un paso del éxito estaba moribundo”, escribió en 1961 su amigo y compañero de colegio, el crítico Cyril Connolly (1903-1974). La pulmonía, por entonces tan común, lo abatió seis meses después de aparecido el libro.
Se equivocó fiero en muchos de sus presagios de cómo estaríamos en 1984, 35 años después de la publicación. Pero eso no subestima la novela que en muchas formas cambió al mundo.
Por Andrew Graham-Yooll, para Perfil diario.
Fuente: www.perfil.com
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