jueves, 12 de noviembre de 2009
Locos por los gatos
Ya amenazan el reinado de los perros. El fin de los prejuicios y las razones ocultas de un (renovado) amor incondicional.
A simple vista pareciera que los gatos llevan todas las de perder. Cargan con una fama ancestral de animal de mal agüero, desleal, poco obediente a las órdenes, pobre guardián y que ni siquiera confiere estatus a sus propietarios.
Pero aunque hay solamente 80 razas de gatos contra 5.000 de perros y fueron domesticados mucho más tardíamente que los canes, en Estados Unidos, China, Canadá y toda Europa, los gatos ya destronaron a los perros, y la tendencia sigue subiendo. En Estados Unidos hay unos 20 millones más de gatos que de perros, y un tercio de la población tiene al menos un felino doméstico. En Europa hay 47 millones de gatos y apenas 41 millones de perros. En Rusia la brecha a favor de los felinos es de 4 millones y en China, de 33 millones.
En la Argentina, pese a que la Cámara Argentina de Fabricantes de Alimentos Balanceados (CAFAB) calcula que hay 6,5 millones de perros contra 3 millones de gatos, la diferencia parece estar reduciéndose. En los últimos cinco años, se duplicó la producción de comida para gatos. Y el veterinario Rubén Gatti, miembro fundador de la Asociación Argentina de Medicina Felina (A.A.Me.Fe.), pronostica que los gatos van a igualar a los perros en el país. “Creo que es la mascota del futuro”, arriesga.
Charly García anuncia en una canción que, cuando ya se empiece a quedar solo, va a tener “una gata medio loca”. Un acierto de frase, porque “mucha gente cree que los gatos son locos e impredecibles”, como suscribe Sarah Wilson, autora del libro “Buenos amos, buenos gatos”. “Pero desde el punto de vista de un gato, estos comportamientos son completamente normales”, aclara. Por otra parte, las reacciones aleatorias e imprevistas de los gatos también les suman atractivo: no siempre juegan cuando queremos, y eso los hace más interesante que si siempre respondieran igual al mismo estímulo, como los perros.
Para la legión creciente de adeptos, los “michinos” son cariñosos, bellos, divertidos y se hacen entender. También son “estéticamente perfectos y maravillosamente elásticos”, resume, con cierta deformación profesional, el diseñador industrial Eric Tornquist. Desde el punto de vista instrumental, los gatos se articulan con los hábitos de una sociedad que destina cada vez más horas al trabajo y habita cada vez más en ciudades (en 1970, la proporción de la población urbana en la Argentina era del 78 por ciento y hoy ronda el 90 por ciento). Es una mascota de bajo costo; se adapta al espacio reducido de un departamento; si se lo deja solo, se dedica a dormir y no molesta a los vecinos con ladridos; no requiere que lo saquen a pasear para satisfacer sus necesidades fisiológicas (para eso existen las “piedritas sanitarias”); como tiene hábitos nocturnos, es un compañero alerta y divertido para quienes vuelven tarde del trabajo; y con buena alimentación llegan a vivir hasta 22 años.
“Los amo por bellos, por enigmáticos, por imprevisibles, por independientes, y porque lo saben todo”, enumera Alfredo Serra, redactor jefe de la revista Gente, quien junto a su esposa Mara conviven con las gatas Kiara, Lucy y Daisy. “Vienen sin que los llamen y se van a su aire. No son domésticos: son socializados. Pactan con nosotros, pero sin renunciar a sus leyes, a su puesto en el cosmos”, añade. “Los gatos tienen mística y magia. Y son más independeintes que los perros”, asegura por su parte Paula Lerma, fotógrafa, diseñadora de páginas web y dueña de la gata Hester. “El que no quiere a los gatos es porque no los conoce”, coinciden el comerciante Oscar Maldonado y la comunicadora Conz Preti, quien dice haber tenido desde patos hasta hamsters. Y que recién ahora tiene un gato, Vicente, que es súper mimoso y la llena de besos. “Es el gato menos gato que conozco”, bromea.
Otra razón cultural que propicia la expansión doméstica de los gatos es la tendencia a adoptar mascotas de menor porte. El Instituto Pasteur y la Federación Cinológica Argentina (FCA) coinciden en que año tras año hay mayor demanda de razas de perros pequeños, como chihuahuas, Yorkshire y caniches. Y de elegir un perro chico a elegir un gato… ¡hay sólo un paso! Roberto Méndez, presidente de la Asociación Felina Argentina, explica que creció la demanda de gatos de pedigrí. Los persas y siameses son los más requeridos, aunque también hay razas peculiares, como los birmanos y el llamado “gato de los bosques de Noruega”, en la Argentina desde el 2000.
La periodista Gaby Manuli cuenta que se pasó la vida diciendo que los gatos eran “unos seres inmundos”, hasta que aparecieron ratones en su casa y tuvo que pedirle prestado uno a una vecina. La convivencia forzada terminó en amor: “Ahora duermo con Jazmín, que se lleva bárbaro con mi Golden Retriever”, agrega.
Los especialistas, como el etólogo Ricardo Bruno, director del Instituto Veterinario Especializado en Comportamiento Animal (IVECA), sostienen que existe un “biotipo” del dueño de gatos que lo distingue de aquel que se lleva mejor con los ladridos. Una encuesta del INDEC indica que los gatos son las mascotas preferidas de los mayores de 50 y de los solteros que no tienen quién cuide el perro mientras trabajan. Ruth Zasloff, de la Universidad de California, encuestó a cien dueños de gatos y concluyó que los felinos brindan amor incondicional y una gran posibilidad de “conversación” e interacción social. La odontóloga Marisa Guillot asegura que su gata le habla con ronroneos y maullidos que aprendió a interpretar. “Es mi adoración: sin ella me muero”, sostiene.
En la edad media, como los gatos fueron diezmados por ser considerados animales diabólicos, proliferaron las ratas, y con ellas, la pulga que transmitió la peste bubónica o Peste Negra. La epidemia produjo la muerte de un tercio de la población europea en el siglo XIV. Después de semejante catástrofe, comenzó la reconstrucción de la imagen gatuna. Y su relación más positiva con la salud humana.
El psicólogo porteño Rubén Álvarez afirma que su gato es sensible a los malestares anímicos. “Atiendo en mi consultorio con el gato adentro, pero huye si percibe malestar o tensión en el ambiente. Él diagnostica a los pacientes conflictivos antes que yo”, dice, sonriendo. “Captan todo de una manera misteriosa”, sugiere la actuaria y proteccionista Liliana Muiño, quien le transmitió la pasión gatuna a su hija Lila.
Hay evidencias científicas que revelan la capacidad de los gatos de detectar problemas de salud, infartos o crisis de epilepsia de sus dueños antes de que pasen a mayores. La revista New England Journal of Medicine narró el caso de un gato mascota de una residencia para ancianos en Providence, Estados Unidos, que era capaz de detectar con una semana de antelación qué pacientes morirían: su olfato no falló en 25 casos. En la Universidad de California, se comprobó que 12 minutos diarios con una mascota mejoran la función pulmonar y cardíaca de pacientes hospitalizados por problemas de corazón. Un estudio más reciente de la Universidad de Minnesota sobre más de 4.000 personas constató que los dueños de gatos reducen en un tercio el riesgo de ataques cardíacos, un beneficio que, según los investigadores, podría estar ligado a un efecto de reducción del estrés.
Es una hipótesis atendible. El etólogo Bruno señala que está demostrado que quienes acarician a un gato disminuyen el pulso y la presión sanguínea, debido a la sensación de tranquilidad y placer que transmite el pelaje sedoso del animal.
“Desde que tenemos a Otto y Francisco, en casa no hay más estrés”, confirma la contadora Patricia Vior. “Es fabuloso ver cómo se relajan, durmiendo en cualquier posición. ¡Nos relaja a nosotros!”, añade, y dice también que Francisco “controla” de cerca su trabajo, “mirando la computadora como si entendiera todo”.
Desde los tiempos de Darwin, se sabe que la clave de la supervivencia es la adaptación. Los gatos lo aprendieron a la perfección. Aunque era un predador de hábitos solitarios y nocturnos, fue capaz de mantener cierta independencia controlada dentro del ámbito acogedor de la familia humana. Ladero ideal de científicos, intelectuales y artistas que precisan un compañero discreto y silencioso, muchas celebridades tuvieron gatos como mascotas: desde Franz Kafka y Ernest Hemingway (en su casa museo de Key West hoy viven sesenta, algunos de ellos descendientes de los que tenía el escritor) hasta Julio Cortázar, Osvaldo Soriano y Jorge Luis Borges, quien le dirigió un poema en el que dice: “En otro tiempo estás. Eres el dueño/ de un ámbito cerrado como un sueño”.
La aceptación creciente de los gatos como mascotas también fue cambiando el carácter del animal. “Hace veinte años teníamos que sujetar a un gato entre cinco para revisarlo”, afirman los veterinarios de la Asociación Médica Felina, “ahora toleran cualquier manipulación. Así como nosotros les tomamos más cariño y confianza, ellos hicieron lo propio con nosotros”.
Los gatos también aprendieron a hacerse los bebés, para despertar el instinto de protección humano. Hillary Feldman, del Departamento de Biología Integrativa de la Universidad de California, estudió el comportamiento de los gatos de echarse en medio del paso y panza arriba. En los felinos silvestres, sucede sólo entre cachorros o hembras en celo. Los adultos no lo hacen, salvo cuando un macho vencido muestra sumisión al líder. El gato descubrió que mostrar su panza nos parece adorable, y repite así la actitud de subordinación. Del mismo modo, los maullidos tienden a imitar la voz de bebés humanos, así como los ronroneos son un gesto de placer de los gatitos para con la madre, repetido con astucia por los adultos domesticados. Así logra manejarnos a su antojo.
En el programa “Animales al extremo”, de Animal Planet, los gatos figuran al tope de la lista de felinos asesinos, porque cazan por placer y no por hambre. Quizás el mayor placer de tenerlos en casa es haber convertido al mayor de nuestros predadores —el temible leopardo, el feroz león— en un peluche que ronronea cuando le rascamos la panza. Por fin logramos domesticar al tigre. Aunque lo más probable es que el gato nos haya domesticado a nosotros.
Por Ana von Rebeur para revista Newsweek
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario