miércoles, 2 de diciembre de 2009
Viajes en el tiempo, inmortalidad o la vida según Ray Bradbury
Ray Bradbury pasó ayer por la Feria del Libro de Guadalajara (México) y durante esa incursión volvió a insistir en una vieja teoría (suya) que cruza toda su obra. Esa que señala que los extraterrestres no existen y que todas esas apariciones no identificadas responden a viajeros en el tiempo.
“¡Nosotros somos los marcianos! y el hombre del futuro es un viajero espacial; sólo viviremos eternamente cuando nos reguemos por el universo. Por toda la raza humana hay que volver a la Luna y luego a Marte, tenemos que hacerlo”, volvió a repetir el autor de novelas como Crónicas marcianas y Farenheit 451.
Como se sabe el género Ciencia Ficción plantea distopías, utopías perversas donde la realidad transcurre en términos opuestos a los de una sociedad ideal. En esos universos apocalípticos el autor norteamericano construye sus historias.
Pero en su paso por México, Bradbury volvió a remarcarle a una atónita platea de escuchas (la conferencia se realizó vía satélite) que el futuro es un espacio de tiempo a conquistar, pero lejos de poder hacerlo en el planeta Tierra debe hacerse en el espacio exterior: la Luna o Marte. Ésa es la calve para que la humanidad alcance “la inmortalidad”.
Durante su desarrollo el norteamericano aseguró “que el hombre debió quedarse hace 40 años en la Luna, formar ahí una base para continuar con la exploración hacia Marte y colonizarlo, para encontrar la inmortalidad de la raza humana”.
El sujeto que subió por primera vez en un avión a los 62 años, que no tiene computadora y es un crítico con el uso de la tecnología, explicó a un público compuesto principalmente por jóvenes parte de su vida, sus motivaciones para escribir y diversas anécdotas de su vida.
Bradbury, un escritor autodidacta que desarrolló una gran cultura y creatividad a través de la propia lectura, confesó que en los primeros años de su vida fue un insaciable lector, y que las bibliotecas públicas le dieron una formación tal que ninguna universidad le pudo dar.
El norteamericano aconsejó a los jóvenes ir a las bibliotecas ya que él mismo no pudo ir al instituto "porque era muy pobre" y se "pasaba tres días a la semana en las bibliotecas, durante 10 años".
Para el autor de El verano de la despedida, "las bibliotecas son esenciales para volverse un gran estudiante; las bibliotecas son gratis y las universidades son caras".
Esas bibliotecas son las que dejan de existir en ese futuro lejano (o no tanto) que edifica en Farenheit 451. La ruina y la inmovilidad social está marcada por el no acceso a los libros, por la destrucción de los mismos. Los bomberos lejos de apagar incendios, se dedican a incinerar manuscritos, textos y todo aquello que esté encuadernado.
La vida del escritos, hasta encontrar la fama, estuvo marcada por su precariedad económica. "Tenía tan poco dinero, estaba recién casado y quería escribir sin gastar dinero, fui a la UCLA (Universidad de California) y en un sótano había unas máquinas de escribir a las que tenía que ponerle 10 centavos de dólar cada media hora, y en nueve días gasté nueve dólares, con eso hice la primera versión de Fahrenheit 451", relató.
Sin embargo, el suceso más crucial en su vida, según ha confesado, fue su encuentro a los 14 años con “Míster Eléctrico”, un mago de feria que le reveló la inmortalidad.
Bradbury se considera un inmortal, sus 90 años podrían dar fe de ello. Pero sin embargo, él vive en la Tierra y la eternidad, según sus propias palabras parecería estar en el espacio exterior.
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